Hay ya unas cien mil tropas rusas cerca de tres fronteras de Rusia con Ucrania. Esta semana hubo negociaciones entre Moscú y Washington, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), pero no se destrabó la situación. Como resultado, Rusia está movilizando incluso más tropas desde distintas zonas de su territorio hacia el oeste, en teoría, para alistarlas ante una potencial invasión a territorio ucraniano, cosa que por supuesto, el Kremlin niega que vaya a llevar a cabo. Pero, ¿cómo llegamos a este punto? ¿Qué es lo que busca Putin?

Primero, la cuestión de Ucrania no es nueva en absoluto. Un cuidadoso seguimiento a ese tema desde el final de la Guerra Fría, luego, en la primera década del siglo actual, y posteriormente desde 2013 y 2014 a la fecha, revela cómo es que se trata de uno de los asuntos más vitales para Moscú. Ucrania no es ni siquiera una “zona de influencia” rusa, sino su espacio más inmediato de seguridad.

Segundo, el tema no es solo acerca de Ucrania. A partir de distintos discursos, declaraciones y artículos, Putin ha expresado desde hace tiempo que, en su visión, la Guerra Fría terminó con una serie de pactos que han sido cabalmente violados por EU y sus aliados. La OTAN, no debía haberse expandido como lo hizo. Por tanto, había que empujar de regreso.

Tercero, en ese contexto, el tema ucraniano ha sido fundamental. Ucrania fue en 2014, a todas luces, una línea roja que desde la óptica de Putin había sido cruzada. En sus objetivos expansivos, la OTAN venía coqueteando con ese país desde varios años atrás. También la Unión Europea. Por tanto, las protestas del 2013 y 2014, y el subsecuente derrocamiento del presidente prorruso Yanukovich, detonó en Moscú una cadena de acciones que desde entonces no se ha detenido.

Cuarto, lo que hemos visto a lo largo de los años, no obstante, es que más allá de la importancia estratégica específica de Ucrania, en realidad las tensiones al respecto de lo que ahí sucede, bajan o suben dependiendo del estado de las relaciones entre Moscú y Occidente.

Quinto, como resultado del contexto actual, las demandas de Rusia tienen que ver esencialmente con garantías escritas y firmadas de que su círculo de seguridad será respetado sin intervención de la OTAN, pero hasta ahora no hay señales de que la OTAN vaya a ceder en ello.

Sexto, lo anterior no implica que Rusia necesariamente vaya a llevar a cabo una invasión frontal, empleando a 100 mil o 175 mil tropas como se ha llegado a afirmar. Esto, por supuesto, no puede descartarse. Pero existe una probabilidad de que Putin elija alguna de las otras muchas alternativas que tiene para seguir elevando el termómetro de las tensiones en Ucrania sin tener que pagar los costos que implicaría una invasión. Por ejemplo, el Kremlin podría atizar las llamas de la rebelión separatista de prorrusos en el este ucraniano. Rusia podría enviar a Ucrania tropas sin insignia o bandera y luego negar su involucramiento. Otra alternativa sería una invasión abierta, pero muy limitada.

En suma, lo que Putin decida hacer dependerá no solo de lo que suceda con Ucrania, sino, en general de lo que él perciba que está ocurriendo en sus relaciones con Occidente. De su lado, el juego consiste en mostrar que no está dispuesto a bajar la guardia hasta no conseguir una buena parte de las concesiones que demanda. Del lado de Biden y sus aliados, el juego consiste en mostrar que ya no estamos en 2014, y que los tibios costos que el Kremlin tuvo que pagar por sus acciones de entonces, no tienen nada que ver con lo que ahora sucedería si se toma la decisión de invadir.