En 2019, el Instituto Electoral de Chiapas buscó a mujeres indígenas que tuvieran liderazgo en sus comunidades para que compartieran experiencias en la búsqueda de la inclusión de más mujeres en los espacios públicos de decisión.

Una de ellas fue Helda López Encino, hablante de chol, en el municipio de Tila. Su testimonio cobra relevancia porque, recientemente, su nieta Alejandra, comunicó que debemos contarla como una más de las víctimas del Covid.

Volví a escucharla y me llamó la atención que hablaba como si su legado estuviera ya completo, como si ya hubiera hecho lo que le correspondía. Optimista, decía que veía cambios sustanciales en las mujeres de las comunidades del norte de Chiapas: ya levantan la mano, ya quieren ser escuchadas, ya tienen algo que decir, ya quieren saber de sus derechos y exigir lo que les corresponde.

Al inicio, la vida de Doña Helda se parecía a la de otras niñas indígenas, con responsabilidades domésticas a edad temprana y con un matrimonio prematuro. Se casó a los 14 años y procreó 4 hijos: dos hombres y dos mujeres. Ellos fallecieron de enfermedad y ellas son maestras de profesión.

¿Qué hizo que esta mujer rompiera con los moldes? En sus propias palabras fue el dolor y la impotencia ante el panorama que vivía Chiapas en los 90s. Los grupos paramilitares estaban muy activos y no se veía salida ni pronta ni que garantizara estabilidad duradera. Había desplazamientos, desapariciones, muertes.

A pesar de solo haber cursado dos años de educación básica, la escuela de la vida la hizo fuerte. Su liderazgo fue generando confianza y empezó a desarrollar labores de mediación que incluían la traducción del chol, su lengua madre. En el trienio 94-97 fungió como regidora en el Ayuntamiento y, a partir de ahí, no abandonó las tareas públicas, aunque eso le costó su vida en pareja porque “le dejó de pedir permiso a su marido y éste reaccionó con celos”. Así dice en la entrevista que realizó María Cruz.

A la pregunta expresa de qué se necesita para que más mujeres indígenas participen en la política, da una respuesta concisa: que pierdan el miedo.

¿Por qué no hay más mujeres participando? Porque todavía no saben reclamar lo que les toca.

Ella decía que las mujeres siempre compiten en desventaja y veía a los partidos políticos como elefantes —con dinero y poder— que llegaban a aplastar a las hormiguitas.

Desde que es obligatorio que propongan mujeres, decía, buscan a las que puedan manejar, incluso a algunas que no saben leer para que no sepan ni qué firman. A las más formadas las hacen a un lado. Esa era su percepción.

Hay un único momento en la entrevista en donde se le quiebra la voz y es cuando habla de la violencia contra las mujeres. ¿Por qué están matando a tantas? ¡No pueden defenderse! y decía: tenemos derecho al respeto: que no me toquen si no quiero. Es muy importante que las mujeres sepan lo que valen, remarcaba.

En los últimos años, formó parte del voluntariado en el Centro de Salud de Tila. Ante la precariedad, buscaba medicamentos, traslados urgentes. María le preguntó si se sentía reconocida. La respuesta fue “adonde voy me reciben bien, me dan mi pozolito (bebida de cacao), echan tortillas a mano”.

Helda recorrió muchos caminos y abrió, con paso decidido, infinidad de brechas. Dejó marcas que serán referente para muchas otras mujeres decididas, libres, seguras e inquietas. Descanse en paz.