En México hemos avanzado en la construcción de un nuevo modelo educativo universitario que responda a los nuevos tiempos y desafíos locales y globales.
En el artículo 3º de la Constitución Federal y en la Ley General de Educación Superior (LGES), se han establecido las pautas para la construcción de ese modelo, el cual es susceptible de orientarse y adaptarse atendiendo a la diversidad de cada subsistema, vocación y singularidad de cada Institución de Educación Superior (IES).
Dentro de esos elementos se destaca la importancia de rescatar y reivindicar el valor del humanismo, cuya relevancia en las últimas décadas se ha reducido en las universidades en aras de privilegiar la investigación, la producción académica o las habilidades y competencias tecnológicas favorables para el mercado global emergente.
Contrario a la narrativa actual del populismo conservador mundial que promueve la “desideologización” de los programas universitarios, en la LGES de nuestro país (Art. 8) se destaca la necesidad de reivindicar el rol del humanismo en el modelo educativo, porque “enmarca una visión de desarrollo integral de las personas, las pone en el centro de los procesos para reconocer valores como la diversidad y la inclusión, la igualdad de oportunidades e igualdad de género y el respeto a la integridad de las personas y los derechos humanos”.
No estamos frente a una novedad. Desde hace varias décadas autores como Carl Rogers, el gran psicólogo y educador estadounidense, venían insistiendo en la importancia de la educación centrada en la persona como elemento significativo para determinar la efectividad del proceso de enseñanza/aprendizaje, pero sí estamos ahora frente a una política de Estado que vincula a las universidades a adecuar sus modelos y planes curriculares para incorporar el humanismo como eje transversal.
Se parte del consenso que es fundamental para formar individuos íntegros y responsables que puedan contribuir positivamente a la sociedad. Que los valores del humanismo, como la empatía, la solidaridad y la justicia, son esenciales para la formación integral de los estudiantes.
Que puede ayudarlos a desarrollar habilidades blandas, como la comunicación efectiva, el trabajo en equipo y la resolución de conflictos, y a prepararlos de mejor manera para la vida, desarrollando habilidades y actitudes que les permitan enfrentar desafíos y tomar decisiones informadas.
¿Qué tenemos que hacer para arraigar el humanismo en el nuevo modelo educativo universitario? Primeramente, se deben incorporar temas y contenidos que promuevan los valores humanistas en todos los planes curriculares, este debe ser un eje transversal. Implementar y utilizar metodologías educativas que fomenten la participación, la reflexión y la crítica, como el aprendizaje basado en proyectos o el aprendizaje servicio.
Ofrecer actividades extracurriculares que promuevan los valores humanistas, lo cual implica reformar o complementar la estrategia del servicio social, con programas de vinculación social o vínculo comunitario.
Proporcionar formación y apoyo a los profesores para que puedan incorporar los valores humanistas en su práctica docente, porque la formación humanista exige dominio profesional y de potencialidades educativas pertinentes.
Y también se debe fomentar una cultura institucional que valore y promueva los valores humanistas, a través de políticas y prácticas que apoyen la inclusión, la diversidad y la justicia social.
Por supuesto que la incorporación de los valores del humanismo en el modelo educativo universitario enfrenta diversos obstáculos. De entrada, requiere cambios significativos en la cultura institucional, lo que puede generar resistencia por parte de algunos miembros de la comunidad universitaria.
Por otra parte, la formación humanista puede minimizarse ante la priorización de la investigación y la producción académica. Se corre el riesgo de sobrecargar los planes curriculares con contenidos y créditos, lo que puede dejar poco espacio para la incorporación de valores humanistas.
Lo mismo sucederá si los programas académicos son rígidos y no permiten la incorporación de nuevos temas y actividades; si las metodologías educativas tradicionales no se actualizan para incorporar enfoques más innovadores y participativos; o si la cultura universitaria sigue fomentando la individualidad y la competencia sobre la colaboración y la solidaridad.
Retos y desafíos que son una realidad, pero que pueden enfrentarse con éxito contando con liderazgos comprometidos; avanzando en la sensibilización y concientización de la comunidad universitaria; invirtiendo tiempo, recursos y esfuerzos en la formación y capacitación del personal docente y administrativo; y, sobre todo, generando espacios de oportunidad para la participación de la comunidad universitaria en la discusión y planificación de la incorporación de valores humanistas.
Sí se puede promover y arraigar una educación más integral y humanista, y debemos hacerlo no solo porque lo mandata la ley, sino porque es lo que más le conviene a nuestro país y al mundo.