Bipolaridad o esquizofrenia electoral en México
Con las reformas constitucionales en materia electoral, a partir de los años 70 del siglo pasado, México empezó a cambiar el “chip” del sistema de partido hegemónico del PRI, por el del sistema democrático de partidos, una nueva representación nacional plural, con diputados y senadores de mayoría y representación proporcional, la inserción de los partidos políticos y sus prerrogativas en la Constitución, y los dos pilares garantes de la autonomía electoral: el IFE y el Trife.
Una auténtica transformación política de 180 grados, ya que transitamos, de un sistema en el que solo el presidente en turno decidía quién sería su sucesor (priista), quiénes los 32 gobernadores (priistas), quiénes los senadores (priistas), el 83 % (priistas) de la Cámara de Diputados y todo el Pleno de la SCJN (afín al PRI), a otro, en el que la integración de los poderes del Estado lo decide la ciudadanía en las urnas, una vez que otros ciudadanos realizan el escrutinio y cómputo de los votos. Pasamos del “Estado soy yo” al “Estado somos nosotros”.
La transición de un sistema autocrático-centralizado a otro democrático-descentralizado no fue fácil, nos tomó casi 30 años interiorizarlo, durante el último cuarto del siglo pasado. Es lo que se denomina “fase de acostumbramiento” (Rustow) cuando la democracia se inserta en la cultura de un país.
Toma tiempo, no es de un día para otro que una nación, que carece de historial democrático, pueda asimilar las nuevas reglas de la democracia y practicarlas. ¡Pero México lo logró!
Tan fue así, que en el periodo de 1994 a 2018, durante 24 años, llevamos a cabo en las urnas cuatro transiciones del PRI al PAN, de nuevo al PRI y de este a Morena.
Un sistema electoral tan exitoso que resultó un paradigma para muchos países del mundo que solicitaron nuestra “know-how” para edificar el suyo. ¡México fue un referente electoral!
Pero ahora con la “elección” judicial se acaba de insertar un nuevo “chip” electoral en la ciudadanía, muy parecido al del siglo pasado. Con una sobrerrepresentación espuria (54 % de votos y 74 % de curules) se puso en práctica un proceso electoral totalmente desfigurado para asegurar, con tómbola, comisiones a modo morenistas para decidir las candidaturas, acordeones inductores del voto, y escrutinio sin ciudadanos, que integraran el Pleno, las y los ministros que decidió el poder, y no el pueblo.
Esto es de nuevo la centralización electoral, como sucedía antes de la democratización de México, con prácticas tan deleznables como antaño lo fueron “el tapado”, “el destape”, “el ratón loco”, “las urnas embarazadas”, etc.
Tal fue la confusión que provocaron los dos “chips” presentes en la jornada electoral del 1 de junio pasado, que tan solo participó en la “elección” judicial el 10 % del electorado, mientras que el mismo día en Veracruz y Durango acudieron a las urnas en promedio más del 47 % para las elecciones municipales, lo que demuestra, respectivamente, el grado de desconfianza y confianza ciudadana sobre los dos esquemas electorales usados.
Enfrentamos ahora un serio problema: en el 2027 se disputarán 17 gubernaturas, 500 diputaciones federales, mil 88 diputaciones locales y 680 presidencias municipales, además de 850 judicaturas, ¡el mismo día!
La pregunta clave es: ¿cuál de los dos chips, el democrático-descentralizado o el autocrático-centralizado, va a prevalecer? ¿O uno híbrido mezcla de los dos, una especie de Frankenstein electoral?
Por el empeño de AMLO de elegir a los juzgadores y la forma como se implementó su voluntad, México padece de una bipolaridad electoral, o como lo aclaró la investigadora María Marván en un reciente Congreso internacional en Guadalajara, más bien se trata de una ¡esquizofrenia electoral!
PD. La foto de la presidenta Sheinbaum en la Corte flanqueada por el nuevo presidente del Supremo Tribunal y los presidentes de ambas cámaras, todos morenistas, acredita el mayor logro de la 4T: ¡regresar a México al sistema de partido hegemónico! Ni siquiera consintieron el relevo en Diputados para que Kenia López (PAN) estuviera presente y le diera un toque de pluralismo al evento.