La gentrificación es un proceso de transformación urbana en donde llegan nuevas inversiones a zonas normalmente deterioradas o abandonadas creando nuevas viviendas, comercios, restaurantes, galerías, etc., con el consecuente aumento del valor de la tierra y de los bienes, lo que en ocasiones genera el desplazamiento de algunos de los habitantes originales ante la imposibilidad de cubrir los nuevos costos de vivir ahí.
Primero los beneficios. Las zonas así afectadas se revitalizan, se renuevan, se mejoran y con ello el nivel de vida de sus habitantes. Las ciudades hoy en día compiten en el mundo entre sí y lo hacen generando, reteniendo y atrayendo talento. Este talento quiere además ciudades bonitas, divertidas, seguras, con vivienda de calidad y bien conectadas y para ello las renovaciones son necesarias.
Estas inversiones públicas y privadas aumentan el valor del patrimonio de las personas que ahí habitan a través del fenómeno de la plusvalía. Quiere decir que aumenta el valor del terreno y de las propiedades, situación muy favorable para los dueños originales. El Fisco también gana, ya que al aumentar el valor catastral de estos bienes también suben los impuestos que cobran las ciudades a través del impuesto predial con lo que pueden atender a otras zonas de menor desarrollo.
Se generan nuevos empleos mejor pagados. La construcción de nuevas obras de infraestructura y vivienda generan nuevos empleos de forma temporal, pero los nuevos restaurantes, centros comerciales, oficinas corporativas, pequeños comercios, galerías, museos, etc., generan empleos permanentes mejor pagados que los que existían con anterioridad. Y no olvidemos que somos un país con una crisis crónica de falta de crecimiento económico y generación de empleo, por lo que no podemos darnos el lujo de desperdiciar estas oportunidades.
Por último, las zonas renovadas son también zonas más seguras porque normalmente son mejor iluminadas, hay mucha más gente en las calles y probablemente haya más elementos de seguridad.
En la Ciudad de México, por ejemplo, en la colonia Polanco-Reforma se emplean unos 20 mil trabajadores, en Santa Fe 50 mil, en Puerta de Hierro (Zapopan) se estiman 20 mil empleos. Son zonas donde se generan muchas oportunidades económicas, miles de empleos, hay mayor seguridad y mejores servicios públicos. No siempre fue así, en el caso extremo está la zona de Santa Fe, donde antes había basureros hoy existen edificios de grandes corporativos y viviendas de alto poder adquisitivo, pero también miles de empleos para personas que viven en diferentes partes de la ciudad.
En cada ciudad del país podemos pensar en zonas similares como Angelópolis en Puebla, Juriquilla en Querétaro, Vía Montejo o Altas Brisas en Mérida, Valle Oriente en San Pedro Garza García, entre otros.
A nivel internacional en un estudio del MIT sobre Cambridge, Massachusetts, se encontró que tras la llegada de inversiones y modernización, el delito cayó un 16 %, ahorrando entre USD 10 y 15 millones cada año en costos de seguridad. Y en la zona Livernois-6 Mile de Detroit (2010-2020) la inversión aumentó 490 % respecto a la década anterior, la población local siguió siendo aproximadamente 90 % afroamericana, y su ingreso medio creció hasta alcanzar los USD 44,000.
Con todo lo anterior no quiero desconocer los efectos negativos para muchos de los habitantes originales de estas zonas en donde su costo de vida aumenta de forma importante, por lo que algunos se ven en la necesidad de emigrar. Mi primera reflexión, sujeta a un mayor estudio y posteriores reflexiones, es que este tema debería ser más relevante para las personas de más edad y no para los jóvenes. Y lo pienso así porque una persona de más edad ya tiene menos años para generar nuevos ingresos y seguramente vive de su pensión y de sus ahorros. En ese caso me parece que su preocupación de tener que abandonar su hogar es más enfática y requiere algún tipo de apoyo o subsidio como pudieran ser los prediales congelados por el resto de su vida.
Pero un joven, me parece que sus demandas debieran ser otras mucho más profundas y relevantes para su vida presente y futura. Un joven debiera preocuparse de tener acceso a educación de calidad que le otorgue las habilidades necesarias para acceder a un empleo digno y bien pagado en plena economía del conocimiento, que le dé los ingresos suficientes para acceder a la vivienda que quiera, así como a satisfacer otras necesidades o gustos; debiera preocuparse de que hubiera adecuadas políticas públicas que promovieran la inversión y con ello el crecimiento económico y la generación de empleo; que hubiera políticas públicas para promover la construcción de vivienda de forma importante y satisfacer así la demanda no atendida; debiera preocuparse de tener acceso a servicios de salud de calidad y vivir en un país con seguridad para su persona y sus bienes. Ese debería ser el foco de preocupación y de su acción.
Y lo digo así porque veo que millones de mexicanos están llegando a un nuevo pacto social con el gobierno que me parece inadecuado e insostenible. Y es que implícitamente le están diciendo: yo te mantendré en el poder, aunque no crezca la economía, aunque no se generen empleos, aunque no haya vivienda suficiente, aunque no haya seguridad ni salud a cambio de que me des una pensión raquítica cuando sea viejo y de joven me ayudes con algunos programas sociales.
La manifestación violenta contra la gentrificación en la Ciudad de México en días pasados me confirma que ese pacto no es sostenible.
Estamos a tiempo de construir un pacto social que garantice un futuro próspero para los jóvenes; no caigamos en la trampa. Aprovechemos las oportunidades que este fenómeno trae consigo y trabajemos en mejores políticas para garantizar que el beneficio sea para todos.