No entiendo cuál es el propósito de la consulta popular que se llevará a cabo el domingo 1 de agosto. Si lo que se busca es poner el foco en la necesidad de sancionar eventuales actos de corrupción, lo cierto es que hay materia para ejercer acciones penales y administrativas de sobra, sin esperar a ninguna consulta de ningún tipo. Bastaría con reunir las pruebas suficientes, integrar las respectivas carpetas de investigación y solicitar la intervención legal de los jueces competentes.

Si lo que se busca es generar condiciones para la impunidad, pues ahí sí la consulta tiene sentido. Es del todo probable que no se alcancen los requisitos para obtener un resultado vinculante, con lo cual el gobierno podría lavarse las manos y pasar página sin ningún costo político. Lo más probable es justamente esto: se utiliza la supuesta “participación popular” para excusarse por los magros (o nulos) resultados contra la corrupción del pasado y la actual.

Si la consulta fracasa, habrá que sacar algunas lecciones. La primera es que si queremos un resultado cierto en un ejercicio semejante, hay que tener una pregunta claramente redactada, que pueda ser contestada con un sí o un no. La segunda lección es que no hay que preguntar lo obvio: si nos pusiéramos a consultar el ejercicio de las atribuciones gubernamentales no terminaríamos nunca.

Una tercera lección es que hay que evitar la manipulación del discurso público a través de las mentiras: se ha dicho que la consulta persigue castigar conductas delictivas que no son tales.

La lección más importante de este desaseado proceso es que en el modelo del Estado constitucional de derecho que un país como México quiere ser algún día, la aplicación de la ley no es optativa o voluntaria. La ley debe acatarse y ninguna autoridad debe escudarse en alguna supuesta voluntad popular para decidir sobre la aplicación de sanciones a los funcionarios públicos del presente gobierno o de gobiernos pasados. ¿Qué pasaría si la mayoría de personas dijera que no quiere que se investiguen actos de corrupción? ¿qué mensaje estaríamos enviando como país y qué pensarían de nosotros las futuras generaciones?

Hay muchas cosas más importantes en las que deberíamos estar poniendo nuestra atención. La más obvia es la contención de las nuevas olas de la pandemia y la coordinación en condiciones de seguridad del regreso a clases en agosto. Habiendo tantos y tan relevantes temas en nuestra agenda, no sirve de nada perder un minuto en una consulta intrascendente como la del próximo domingo.