Parece ser que aún no identificamos el impacto que tendrá para nuestro país el endurecimiento de las políticas migratorias de Estados Unidos, impuesto por el presidente Trump.
La dificultad de ingresar a Estados Unidos impulsará a los migrantes a cambiar su destino y México se convertirá en la “tierra prometida”, no obstante, los graves riesgos que ello implica, como el acoso y la violencia en contra de ellos por parte de la delincuencia organizada, el acoso de nuestras autoridades migratorias y la actitud negativa en su contra de un amplio sector de la población mexicana.
El modelo norteamericano se replicará en nuestro país. Del mismo modo que nuestros migrantes llegaron a suplir las labores que los norteamericanos no estaban dispuestos a aceptar, los migrantes centro y sudamericanos empezarán a desarrollar actividades laborales que antes ejecutaban nuestros connacionales.
Veremos que las ofertas de trabajo y las actividades comerciales y productivas que muchas familias han dejado de realizar porque les es más redituable vivir en su zona de confort con la suma de las aportaciones que reciben sus miembros a través de la “seguridad social” -vía los diferentes programas de “Bienestar”- serán aprovechadas por estos visitantes indocumentados.
Seguramente igual que sucede con nuestros paisanos indocumentados en Estados Unidos, que reciben salarios ínfimos y sin recibir prestaciones básicas, aquí en México ellos también terminarán siendo explotados laboralmente.
Sin embargo, esto estimulará un éxodo aún más fuerte de centro y sudamericanos que se quieran quedar en México, aprovechando oportunidades de mejor calidad de vida que las que les ofrece su propio país.
Esto traerá a su vez cambios poblacionales estructurales y una población indocumentada que requerirá servicios básicos como vivienda, empleo y servicios de salud y de no solucionarse, se generará una crisis humanitaria.
Además, el hecho de que no tengan raíces familiares los convertirá en carne de cañón para ser enrolados por la delincuencia organizada, -aún en contra de su voluntad-, para realizar las actividades más peligrosas, considerando su falta de arraigo y familia que los busque.
Todo lo que durante años criticamos de la sociedad y el gobierno de los Estados Unidos, aquí en México lo replicaremos vulnerando aún más los derechos humanos, que como sucede más allá de nuestra frontera norte.
Tenemos que reconocer que los mexicanos hemos sido -como sociedad- hostiles principalmente para quienes vienen de Centro y Sudamérica. México es un país clasista y discriminatorio por naturaleza —aunque no queramos reconocerlo—, y nuestra actitud frente a estos grupos será nuestra prueba de fuego.
Sin embargo, ya se empieza a ver manipulación del partido guinda, pues a través de los “servidores de la nación” están ofreciendo a los indocumentados que se empiezan a arraigar en nuestro país credenciales del INE, que llevan la intención de fortalecer su base electoral. Existe el riesgo de que se puedan vulnerar los controles del INE para credencializar.
Consideremos que ya se cuenta con el poder político ejercido sin límites a partir de que se han desactivado -y están en proceso de desaparición- los organismos que antes hacían contrapeso al Poder Ejecutivo.
Debemos poner atención a este nuevo fenómeno social.
Nada es suficiente
La insólita entrega de 29 de los capos que forman parte del “salón de la fama” de la delincuencia organizada a las autoridades norteamericanas, fue interpretada por el gobierno de los Estados Unidos como un logro de su política sustentada en amenazas, y no como una muestra de buena voluntad del gobierno de la presidenta Sheinbaum.
La simple entrega de algunos de estos capos fue negada sistemáticamente por todos los gobiernos anteriores a la presidenta Sheinbaum, quien con esta decisión arriesga su capital político.
Lo que queda claro es que para el presidente Trump y sus colaboradores cercanos nada es suficiente y quizá -al cumplir hoy sus exigencias sin pedir nada a cambio- se eleve el nivel de las próximas.
¿Qué le parece a usted?