Cien personas muertas en siete atentados en las últimas dos semanas. Tras un receso por el invierno, la rama afgana de ISIS, conocida como ISIS-Khorasan o ISIS-K, ha reanudado sus brutales ataques. Durante los últimos cuatro meses del 2021, esa misma organización llevó a cabo 119 atentados contra civiles y contra personal de seguridad del gobierno talibán que tomó el control de Kabul el pasado agosto. En aquel momento, todos los focos estaban en Afganistán. Poco a poco, los temas que movían a muchas personas en la comunidad internacional fueron perdiendo reflectores. Más aún, desde hace meses, la mayor atención de medios y audiencias internacionales se encuentra, de manera comprensible, concentrada en lo que sucede en Ucrania. Pero, ¿qué ha pasado en Afganistán?
Primero, recordar la enorme conmoción que generó el regreso de los talibanes al poder en agosto del 2021. Las mujeres, las niñas y las minorías étnicas habían padecido condiciones terribles durante el período del gobierno talibán previo al 2001. Se temía por la seguridad, por la estabilidad del país, por el congelamiento de recursos y el apoyo procedentes del exterior. Los talibanes buscaron mostrar una faceta menos radical, pero tras 9 meses la realidad en cuanto a derechos de las mujeres y derechos humanos dista mucho de las promesas iniciales. Con una economía colapsada, más de un millón de personas han huido del país en estos meses.
Ahora bien, el vacío estadounidense ha tenido también un impacto en otra serie de rubros. Por ejemplo, Rusia y China —preocupadas ambas por sus propios intereses— ofrecieron desde hace meses tender puentes para negociar con el gobierno talibán. China, en especial, está aprovechando para ganar espacios de influencia. Por ejemplo, hace solo unos días, la Compañía de Construcción y Fabricación Beijing-Nangarhar firmó un contrato con el gobierno talibán para construir un complejo industrial en Kabul. El 24 de marzo, a un mes de estallada la guerra en Ucrania, el ministro exterior de China, Wang Yi, realizó una visita a Kabul, durante la que se reunió con el ministro exterior de los talibanes. Además de fortalecer lazos económicos, Beijing está preocupada por la seguridad.
En el pasado, los talibanes eran quienes más atentados terroristas cometían en el país. Sin embargo, otras organizaciones que emplean esa clase de violencia se encuentran en pleno crecimiento.
La rama afgana de ISIS ha triplicado en un año la cantidad de atentados que comete. Es importante recordar que ISIS tiene sus centros operativos en Irak y en Siria, y más que un “grupo” terrorista, es una red con filiales, células y adherentes en más de 25 países. En 2014, en el pico de sus ofensivas, ISIS envía representantes a Afganistán y Pakistán, los cuales convencen a grupos de talibanes para unirse a su causa. Así, en 2015, se establece la “Provincia Oriental del Estado Islámico” (ISIS-Khorasan) formada y dirigida principalmente por exmiembros del grupo paquistaní Tahrik-i-Taliban.
Con unos cuatro mil militantes, ISIS-K busca primero, a nivel global, mantener el nombre de ISIS vigente y relevante. Segundo, a nivel local, esa agrupación consigue seguir aterrorizando a la población afgana. A través de ese terror canaliza sus mensajes políticos, comunica su fuerza y capacidad para atraer adherentes. Tercero, golpear la estabilidad que los talibanes —sus rivales— buscan proyectar tras su toma del país.
En suma, Afganistán durante años ha sido el país menos pacífico del globo y en el que más atentados se cometen. Muy a pesar de que hoy una parte importante de los medios no se enfoquen en lo que ahí sucede, se trata de problemas que necesitan atención urgente de la comunidad internacional.
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