El pasado 1º de agosto se llevó a cabo en la Ciudad de México el Congreso Panamericano, el cual reunió a representantes de todos los países del continente americano, así como a académicos, activistas y políticos, algunos de ellos de Europa, para compartir experiencias, análisis y prospectivas de los proyectos que, desde los gobiernos o la oposición, emprenden las fuerzas progresistas y de izquierda.
Durante sus debates se destacaron los riesgos y amenazas que enfrentan nuestras democracias, el avance de la derecha y de sectores ultraconservadores, así como las circunstancias adversas por las que atraviesa el mundo y nuestra región, donde se observa cómo los andamiajes institucionales, así como los valores democráticos construidos tras la posguerra, el fin de la Guerra Fría y el derrumbe de las dictaduras militares y de gobiernos autoritarios en América, resultado de innumerables luchas, están siendo gravemente lesionados e incluso desmontados con total impunidad.
Basta con observar cómo instituciones creadas para garantizar los Derechos Humanos, la multilateralidad en la resolución de conflictos globales históricos con graves consecuencias para la humanidad o la atención a población en condiciones de movilidad, están siendo sometidas a presiones políticas y económicas inconmensurables, que pretenden revertir los avances alcanzados.
El genocidio en Gaza; la persecución de la población migrante por policías militarizadas en Estados Unidos y Europa; el abandono de las personas solicitantes de refugio que han salido de sus países por la guerra, la violencia o por consecuencias del calentamiento global, son ejemplos de que aquello que dábamos por superado, retorna a la barbarie, el egoísmo, la intolerancia, la discriminación, la violencia e incluso la crueldad, con consecuencias terribles.
En nuestra región la democracia ha sido erosionada. Ya sea por el avance de grupos de extrema derecha que han desempolvado ideologías obsoletas como peligrosas y se han lanzado a la conquista del poder político apoyados por una mayoría social enojada; ya sea porque grandes sectores de la población se vieron excluidos y precarizados con la globalización y el neoliberalismo, o porque en algunos casos los gobiernos progresistas no resolvieron las necesidades más sentidas de la población, dejando de lado la idea de democracia como horizonte indiscutible.
A ello se suman los fallos de gobiernos poco eficientes y burocratizados, que crean el caldo de cultivo favorable al retorno autoritario, donde prevalece la corrupción, el pragmatismo, el tráfico de influencias.
Gobiernos que no pudieron escapar al apego al poder, a la insistencia de mantener mecanismos de reelección, lejos de reinventar agendas para evitar la formación de una nueva casta gobernante alejada de la población, y donde la presencia del crimen organizado, atenta contra las instituciones democráticas, la tranquilidad y seguridad de las personas y corrompe la vida pública, impone candidaturas, y penetra en todos los ámbitos de gobierno.
En este contexto, el Congreso Panamericano convocó a fortalecer redes, compartir espacios de análisis y escucha que permitan compartir experiencias que sirvan para hacer frente común a las circunstancias actuales. Las experiencias en Argentina, Colombia, Chile, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay, exigen analizar con objetividad la realidad que se nos presenta.
México atraviesa por un periodo de transformación innegable, sin embargo, ello no debe obnubilar nuestros análisis y tampoco nuestras acciones. No podemos regodearnos en la autocomplacencia ni relajar nuestra agenda política. Como tampoco ignorar o dejar pasar acciones que lesionan nuestro proyecto y la historia del movimiento.
Menos aún, abandonar las causas de la mayoría social que abrió paso a la transformación nacional iniciada en 2018 y que refrendó su confianza en 2024. Replicar las acciones que llevaron al fracaso al viejo régimen nos conduciría al mismo resultado.
Necesitamos dejar de mirar hacia otro lado, ver las dificultades para hacerles frente. Solo así podremos actuar con antelación y evitar el regreso al pasado o, peor aún, al surgimiento de fuerzas ultraconservadores de antecedentes nefastos para nuestro país.