El anuncio de la inversión de Tesla en Nuevo León ha sido la señal para echar las campanas al vuelo.

La relocalización global apunta hacia México, dicen los optimistas. Muchas inversiones estadounidenses, chinas, y de otras latitudes están destinadas para aterrizar entre el río Bravo y el Valle de México.

Ian Bremmer —presidente del Grupo Eurasia, centrado en el riesgo global— politólogo, autor y empresario, posteó el domingo 5 de marzo en Twitter: “Fascinante pasar un par de horas con el presidente López Obrador … escuché más optimismo sobre el futuro de México del que jamás he visto en el país, de empresarios, periodistas y el ‘hombre de la calle’… importa mucho la relocalización de empresas, y también un mayor gasto en el pueblo mexicano”.

Las cosas en el terreno no discurren de la manera que Bremmer las percibe o las presenta, pero es cierto que estamos ante una paradoja brutal: la inversión extranjera directa está llegando a México a pesar de un entorno económico, político y social muy deteriorado.

La cifra sin precedentes de homicidios, el bajo crecimiento, la violencia imparable, y el desafío que el propio gobierno mexicano ha planteado a las reglas del juego del Tratado México-Estados Unidos-Canadá en energía y en maíz transgénico, configuran un escenario de incertidumbre.

Entendámonos: no es a causa de gestiones del presidente o del canciller que llegan inversiones globales. Más bien, las corporaciones multinacionales han descontado ya que a este sexenio le quedan 18 meses, y están tomando las decisiones de mediano y largo plazos, apostándole que quien llegue a partir del 1 de octubre de 2024, recuperará un clima de inversión más favorable que el actual.

En el caso de los ultrarricos mexicanos, la verdad es que han seguido ganando un montón de dinero en este sexenio, y tampoco es que les preocupen gran cosa las posiciones políticas que tome AMLO, en tanto no afecten sus negocios.

No se observa la misma conducta por parte de los inversionistas mexicanos agrupados entre las pequeñas y medianas empresas. Están en pausa. Pagan por ver.

Así que tenemos un fuerte contraste entre la promesa de prosperidad y la realidad que nos impide realizar nuestro potencial.

Abona a este contraste que tanto el presidente Joe Biden como el primer ministro Justin Trudeau han comentado a sus inversionistas que, si sus proyectos se atoran en México, pues ellos les consiguen una cita con AMLO para desatorarlos. No es el camino ortodoxo de la institucionalización y el acatamiento de las reglas convenidas por los tres socios, sino el atajo de la negociación en corto.

México tiene grandes oportunidades para los inversionistas globales a pesar de su elevado costo-país por la falta de gobernanza. Tras el asesinato de dos ciudadanos estadounidenses en Matamoros el 3 de marzo, las autoridades mexicanas se movilizaron para ubicar a los victimarios, aun si ésos fueron ‘puestos’ por el propio crimen organizado que controla amplias franjas del territorio nacional. Doble estándar: los mexicanos de a pie no pueden siquiera soñar en el acceso a la justicia expedita.

Al final del día, para los inversionistas globales pesan más los menores costos relativos y la ubicación geográfica de México junto al mayor mercado mundial. En todas partes hay factores de riesgo y los de México parecen transitables para ellos. Por ahora.