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Hoy Escriben - Felipe Arizmendi Esquivel

Prejuicios contra los pobres

Hechos

Hélder Cámara, arzobispo brasileño, defensor de los derechos humanos y figura de la teología de la liberación, decía: “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.

Y de igual modo se califica a quienes promueven la justicia y los derechos humanos de quienes viven en condiciones infrahumanas, por estructuras sociales que les impiden salir de esa situación, no por ser perezosos o borrachos.

Hay personas de mediana o buena condición económica que ven con menosprecio a vendedores ambulantes, a quienes en las esquinas de las calles o en los semáforos ofrecen algún producto o piden una ayuda, a quienes mendigan una limosna en la entrada de las iglesias; se les califica de flojos, atenidos, irresponsables, vividores…

Es cierto que, como decimos en Aparecida, hay quien desea “vivir sin querer trabajar” (DA 121). Hace años, estando en Puerto Rico, me platicaban que había quienes se contentaban con lo que el gobierno les daba por estar desempleados, y se dedicaban a embriagarse y a vagar.

Hoy puede pasar lo mismo en nuestro país; algunos se contentan con lo que el gobierno les da en sus programas sociales, pero siguen siendo pobres, porque no se les da como apoyo para que se valgan por sí mismos y salgan de su situación, sino como una forma de comprarlos para los tiempos electorales.

Es verdad también que algunos no salen de su pobreza porque se emborrachan y no duran en ningún trabajo por sus inconstancias e irresponsabilidades, pero esto muchas veces se debe a mecanismos de compensación por los muchos problemas psíquicos que arrastran en su historia o en su realidad familiar y social.

Sin embargo, estos datos no significan que la mayoría de los pobres lo sean por su culpa; la mayoría lo son porque la estructura social y económica no les permite salir de su situación. Aunque les aumenten los salarios mínimos, la inflación consecuente los hace ineficaces. ¿También esos aumentos son electoreros?

Cuando se habla de derechos humanos, de indígenas, de marginados, hay quienes de inmediato dicen que eso es teología de la liberación, a la que condenan sistemáticamente, sin tener en cuenta que ya pasó a la historia esa teología cuando estaba contagiada por el materialismo y el marxismo; eso ya casi no existe.

La actual teología de la liberación es muy bíblica, cristocéntrica y muy fiel al Magisterio de la Iglesia, porque no hace más que aplicar la Palabra de Dios de siempre a las realidades sociales actuales que están en contra del proyecto de Dios.

Iluminación

Sigo compartiendo algunas frases del Papa León XIV en su exhortación Dilexi te, sobre el amor hacia los pobres. Afirma:

“Más allá de los datos —que a veces son interpretados en modo tal de convencernos que la situación de los pobres no es tan grave—, la realidad general es bastante clara: Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que nacen nuevas pobrezas.

Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia.

La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto. Pero si reconocemos que todos los seres humanos tienen la misma dignidad, independientemente del lugar de nacimiento, no se deben ignorar las grandes diferencias que existen entre los países y las regiones” (13).

“Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza, para la mayor parte de ellos, es una elección.

Y, sin embargo, todavía hay algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad. Obviamente entre los pobres hay también quien no quiere trabajar, quizás porque sus antepasados, que han trabajado toda la vida, han muerto pobres.

Pero hay muchos —hombres y mujeres— que de todas maneras trabajan desde la mañana hasta la noche, a veces recogiendo cartones o haciendo otras actividades de ese tipo, aunque este esfuerzo sólo les sirva para sobrevivir y nunca para mejorar verdaderamente su vida.

No podemos decir que la mayor parte de los pobres lo son porque no hayan obtenido ‘méritos’, según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que sólo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida” (14).

“También los cristianos, en muchas ocasiones, se dejan contagiar por actitudes marcadas por ideologías mundanas o por posicionamientos políticos y económicos que llevan a injustas generalizaciones y a conclusiones engañosas.

El hecho de que el ejercicio de la caridad resulte despreciado o ridiculizado, como si se tratase de la fijación de algunos y no del núcleo incandescente de la misión eclesial, me hace pensar que siempre es necesario volver a leer el Evangelio, para no correr el riesgo de sustituirlo con la mentalidad mundana.

No es posible olvidar a los pobres si no queremos salir fuera de la corriente viva de la Iglesia que brota del Evangelio y fecunda todo momento histórico” (15).

Acciones

Al acercarnos a Navidad, en que celebramos al Verbo eterno del Padre encarnado en un pesebre, humilde y pobre, hagamos algo por los pobres que nos encontramos diariamente a nuestro paso. Lo que hagamos por ellos, lo hacemos por Jesús. ¡Eso es Navidad!

* Obispo Emérito de SCLC