Entre cañonazos y golpe de Estado

Las secuelas de la fallida operación del 17 de octubre pasado para detener a Ovidio Guzmán, hijo del narcotraficante Joaquín el Chapo Guzmán, han desencadenado una serie de sucesos e interpretaciones y detonado como una bomba un tema aparentemente lejano o improbable: Un golpe de Estado.

Las especulaciones sobre esto último han surgido a partir de que se hizo público el inusual -por el tono- discurso que el 22 de octubre pasado -5 días después de la operación en Culiacán- pronunció durante un desayuno con sus compañeros de armas, el general Carlos Demetrio Gaitán Ochoa.

Si no fuera porque el presidente Andrés Manuel López Obrador enfrenta la oposición beligerante de una parte de la clase económica y política de derecha, marcadamente algunos panistas, las palabras del militar tendrían otra connotación, pero el contexto en que fue pronunciado el discurso debe de llamar la atención de quienes están las altas esferas del poder.

No es común que un general del Ejército Mexicano descalifique la política del presidente de la República en turno como lo hizo Gaitán Ochoa, en contra del jefe supremo de las fuerzas armadas, a quien no mencionó por su nombre.

El suyo fue un mensaje con alto contenido político que dejó ver posibles inconformidades en el interior del Ejército Mexicano por la política -sobre todo de seguridad- del presidente. La pregunta es: ¿Qué tan significativa es esa posible inconformidad? ¿Qué tan grande es en su caso el número de militares descontentos?

Aunque va implícito, la interpretación de un eventual golpe de Estado a partir de las declaraciones de Gaitán Ochoa ha desplazado como cortina de humo en los días recientes las críticas sobre las acciones en Culiacán.

Desde que se publicó la nota con sus afirmaciones en la prensa nacional, comenzó a hablarse del descontento y de la posibilidad de que un grupo de mandos castrenses se subordine en contra del poder civil, a pesar de su disciplina, de la que tanto se habla.

Como se ha dicho, no parece factible que pudiera ocurrir tal cosa porque no hay condiciones para ello, no sólo porque cuando menos en el último siglo en México no ha habido algo parecido sino porque el presidente goza de un respaldo mayoritario en el país, que haría inviable una intentona semejante.

Además, a diferencia de lo que sucedió en décadas pasadas en países de América Central y del Sur, pareciera que los golpes de Estado están fuera de lugar en estos tiempos. Por el contrario, en los últimos lustros los cambios de gobiernos de derecha a izquierda (Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, El Salvador y el mismo México) se han dado mediante las urnas.

Lo que sí es cierto es que a partir de lo que sucedió el 17 de octubre en Culiacán se ha generado un ambiente de crispación, que ha profundizado la polarización entre los opositores y seguidores del presidente López Obrador, quien se ha subido al ring a veces innecesariamente, atizando el hormiguero.

Lo que sí es cierto es que conforme han pasado los días han ido saliendo a la luz pública muchos errores cometidos por los responsables de realizar las acciones de captura de Guzmán en la capital del Sinaloa, cuyo gobernador, Quirino Ordaz Coppel, por cierto, es del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y quién sabe qué papel jugó en todo ese relajo.

A los errores se han sumado declaraciones contradictorias entre los mismos funcionarios, lo que ha dejado al descubierto sus diferencias en el tratamiento del tema de seguridad e inclusive posibles deslealtades con respecto a lo que pretende el presidente en su nueva política de no confrontación con los grupos del narcotráfico.

Han pasado dos semanas desde que se llevó a cabo la fallida operación que ha dado pie a una andanada de críticas al presidente de sus adversarios políticos, y a juzgar por el tono que han alcanzado los dimes y diretes el debate tardará varios días todavía.

Ojalá que todos los que se han subido al ring se serenen para que en lugar de crispar más la situación, se calme y regrese la tranquilidad hasta donde sea posible porque entre el cañonazo de tres millones de dólares que supuestamente le ofrecieron al mando que encabezó la operación en Culiacán y el improbable golpe de Estado, muchos ya alistan los guantes .

Picotazos

De manera un tanto rara, por decirlo de algún modo, la semana pasada surgieron versiones de que los pobladores de Santa Martha, municipio de Chenalhó, reactivaron los disparos con armas de fuego en contra de comunidades de su vecino Aldama, con el que mantienen un conflicto desde hace más de 40 años por la disputa de 60 hectáreas. Parece extraño porque desde hace más de un mes en que fueron detenidos dos de los principales líderes de Santa Martha se había calmado la situación. Quién sabe si detrás de la denuncia existe el interés de presionar a las autoridades estatales para que capturen a otros dirigentes. La policía estatal asegura que no ha escuchado detonaciones, por lo que ha puesto en duda la veracidad de la denuncia… Como puede verse, los diferentes grupos en conflicto en municipios de los Altos de Chiapas (Chamula, por ejemplo) se dieron una tregua durante las festividades del día de muertos y en lugar de estar peleándose se dedicaron a recordar a sus difuntos, según las tradiciones de cada lugar. Ojalá que una vez pasadas las celebraciones no vayan a reactivar su beligerancia y reinicien las hostilidades… Vaya desde este espacio un abrazo fraterno para el buen amigo Rafael Criollo -funcionario en el consulado de su país en Arriaga y próximamente en Tapachula- y sus hermanos por el fallecimiento de su padre, Félix Criollo, ocurrido la semana pasada en El Salvador. Para el recuerdo queda aquella anécdota de cuando a su avanzada edad contrajo matrimonio en 2012 con una mujer de poco más de 50, y cuando el siguiente día de la boda uno de sus hijos le preguntó cómo le había ido en la luna de miel, él respondió: “No la dejé dormir toda la noche… me dio una tos de tísico que no pude pegar el ojo”. Fin.