La triste realidad

Como consecuencia de la pandemia de coronavirus, la incertidumbre y la zozobra han aumentado entre la población en general en lo relativo a la salud y a lo económico, a pesar de que no pocos todavía no creen en los efectos de la enfermedad.

Se siente mucho descontrol y confusión, sobre todo porque el número de personas que han muerto en las semanas recientes ha subido considerablemente.

En San Cristóbal de Las Casas, por ejemplo, se percibe un aumento de personas fallecidas; cuando se escucha de esos casos, algunos lo asocian inmediatamente a Covid-19, aunque no necesariamente sea así.

De hecho, con o sin coronavirus, las defunciones no se iban a detener como ocurre cotidianamente, ya sea por alguna enfermedad, por la edad u otras causas, pero en el contexto actual pareciera que todo está asociado a la pandemia, por lo que la primera duda que surge cuando se da a conocer algún fallecimiento es si la persona dejó de existir a causa de Covid-19 o no.

Así vamos día a día, de sorpresa en sorpresa cuando nos enteramos del deceso de algún conocido, porque esa es otra característica de la emergencia que se vive: Todo sucede muy rápido y las noticias llegan de sopetón, generalmente sin que se haya sabido de la enfermedad grave u hospitalización del familiar, amigo o conocido.

El ambiente está empapado de rumores acerca de que las clínicas Covid-19 están llenas y sin capacidad, contrario al discurso diario de las autoridades de salud, de que existen muchos espacios disponibles todavía. De todos modos, la desinformación permea a veces entre algunos pobladores. Ha habido también casos en los que en las redes sociales han dado por muerta a tal o cual persona, sin que sea verídico.

Es cierto, el número de defunciones es mayor al habitual en algunos lugares, sobre todo en San Cristóbal de Las Casas, Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y Venustiano Carranza, entre otros. En este último, la cifra de fallecimientos es muy alta, según algunos pobladores que refieren que en las dos semanas recientes han muerto al menos 15 personas. Y aún así, muchos en ese lugar todavía desestiman la gravedad de la enfermedad y siguen realizando actos masivos como si nada.

A la de por sí triste y dolorosa situación de perder a un familiar cercano se agrega ahora otra angustia: No poder visitar al enfermo cuando está hospitalizado por Covid-19. Y lo peor: Cuando fallece no se puede -por los protocolos- ni siquiera velarlo, además de que debe de ser incinerado o sepultado casi inmediatamente después de su muerte.

Quién iba a decir que llegaría un día en que ni siquiera sería posible despedir a un familiar con las ceremonias fúnebres y religiosas tradicionales. Lo más triste: No recibir ni poder dar los necesarios y reconfortantes abrazos de familiares y amigos. El luto se tiene que soportar casi solo y encerrado con las cenizas del difunto. Y si murió de Covid-19, aislarse en la más grande soledad por lo menos dos semanas.

En algunos casos, las familias están velando a sus muertos en sus casas particulares con la presencia de poca gente, aunque en otros no se respetan los protocolos.

Todo ha cambiado como consecuencia de este terrible virus que ha venido a modificar tal vez para siempre, la forma de vivir y de tratarse con los demás, pues en lo sucesivo será necesario andar con cubre bocas, quién sabe por cuántos años, y lavarse las manos a cada instante. El saludo de beso y de mano tal vez desaparezca, cuando menos por un buen tiempo.

Puede decirse que todo mundo está inquieto en todo el mundo por la pandemia y sus efectos. En el ámbito local, a la gran mayoría le urge regresar a sus actividades habituales. No pocos están temerosos, pero otros están dispuestos a hacerlo, sin importar los riesgos, ya que la situación económica está cada vez más complicada por la falta de ingresos monetarios, a causa de la suspensión del trabajo.

Por cierto, y como era de esperarse, ha causado mucha polémica el anuncio de dueños de bares, restaurantes y cervecerías de San Cristóbal de que abrirán al público sus establecimientos a partir del primero de junio, debido a que no han recibido ningún tipo de apoyo de las autoridades municipales.

Algunas personas piensan que parte de la estrategia es presionar a las autoridades para que los atiendan y acuerden algún tipo de ayuda temporal, como la entrega de despensas, y si no les hacen caso, reabrir sus negocios, con el riesgo de tener poca afluencia.

Seguramente la presidencia municipal de San Cristóbal tiene recursos para ayudar a muchas personas que lo están necesitando urgentemente, no sólo con despensas, sino, en algunos casos, con préstamos de dos mil o tres mil pesos, recuperables o a fondo perdido. Es cuestión de que hagan bien los números y que no todas las ganancias, pongámoslo así, se queden en el palacio municipal. Recuérdenlo: En tiempo de elecciones van a necesitar de votos. Desgraciadamente así funciona el sistema.

Pero no sólo a los sectores económicos y productivos les urge reanudar actividades; no sólo lo material está de por medio en esta crisis, ya que también hay muchas personas de todas las religiones a las que les urge asistir a los templos a misa o a los cultos.

Muchos están acostumbrados a acudir a los recintos religiosos no sólo los domingos como marcan las sagradas escrituras, sino todos los días. Habrá que imaginar entonces, el vacío espiritual que algunos sienten después de dos meses de encierro.

Y por si fuera poca toda la preocupación que la pandemia ha generado en todos los sectores de la población, los intentos de extorsión telefónica no sólo no cesan, sino que se han incrementado. En San Cristóbal se sabe de varios casos últimamente. Afortunadamente, muchas personas ya no caen tan fácilmente y no ceden ante las amenazas de los delincuentes. Fin.