¿Debe ir AMLO a Estados Unidos?

El presidente Andrés Manuel López Obrador visitará Estados Unidos el 8 y 9 de este mes para reunirse con su homólogo Donald Trump, en lo que constituye su primera salida al extranjero desde que asumió el cargo hace año y medio.

Como es natural y como ocurre muchas veces cuando un mandatario mexicano viaja al vecino país para reunirse con su par, la visita está marcada por la polémica.

Pocas veces puede decirse que este tipo de encuentros suceden en el mejor momento, pues casi nunca aparece ese mejor momento y porque siempre hay temas espinosos entre los dos vecinos que parecen un matrimonio, que aunque no se lleve bien tiene que ceder para que continúen las relaciones.

En esta ocasión, la gira se da en un contexto político marcado por la pandemia de Covid-19 que afecta en gran medida a los dos países; el proceso electoral en la vecina nación y la intención de Trump de reelegirse, así como la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá y la siempre compleja situación migratoria.

López Obrador ha dicho que el principal objetivo de la visita está relacionado con la entrada en vigor del Tratado, que según sus cálculos, beneficiará a México, pues ayudará a reactivar la economía que a causa de la pandemia y de otros factores, ha caído a niveles muy bajos, lo que afecta a millones de mexicanos.

Es lógico que estando en campaña en busca de continuar en la Casa Blanca, Trump tratará de explotar políticamente la reunión, con la finalidad de asegurar votos en las elecciones de noviembre próximo, ya que exaltará los beneficios del Tratado comercial. ¿Le beneficiará en realidad la visita de su homólogo mexicano? Más adelante se verá.

López Obrador, por su parte, no tiene mucha opción y si le hicieron la invitación tiene que ir, aunque no es muy dado a salir del país. En el contexto actual, ningún presidente mexicano tendría la fortaleza para negarse a asistir a una reunión con un presidente de Estados Unidos. Pocos, tal vez nadie, se atrevería a hacer un desaire.

Desde luego que al mandatario mexicano le beneficiará, por mucho, más que perjudicarle el encuentro, pues se trata del presidente de uno de los países más poderosos del mundo, que, además, es su vecino, por desgracia, o por suerte, quien sabe, con el que tiene un flujo comercial muy dinámico.

Seguramente el jeje del ejecutivo nacional y su equipo, con el canciller Marcelo Ebrard a la cabeza en este tema, valoraron la importancia de la visita y ni siquiera lo pensaron para confirmarla, pues traerá beneficios políticos.                                

Uno de los riesgos es que Donald Trump no gane las elecciones y que por tanto no logre reelegirse, pues eso podría complicar las relaciones con quien lo sucediera en la Casa blanca, que tendría que ser un integrante del Partido Demócrata. Algunos de sus opositores han tratado de hacer creer que la visita no le conviene porque el presidente de Estados Unidos ha tratado y trata mal a los migrantes, como si los anteriores no lo hubieran hecho. Lo más conveniente para el ocupante del Palacio Nacional es acudir al encuentro. La pregunta en todo caso es: ¿A quien de los dos mandatarios beneficia más la reunión?

Como se ha dicho antes, cada vez que un presidente mexicano se reúna con su par estadounidense habrá polémica y oposición de algunos sectores, por la compleja relación que prevalece entre las dos naciones. Así que si nos atenemos a esos vaivenes, podría decirse que nunca existen las condiciones óptimas para los encuentros bilaterales, por más que durante el sexenio de Vicente Fox (2000-2006) su canciller, Luis Ernesto Derbez haya declarado, precisamente en San Cristóbal de Las Casas, que “la luna de miel con Estados Unidos es permanente”. No hay que olvidar que al gobierno del país de las barras y las estrellas, sólo le interesa aprovecharse de cualquier situación. De todos modos, es obvio que López Obrador sí debe de acudir a la cita con Trump.

Picotazos

La disputa por el poder político en Chamula sigue escalando peligrosamente. Como se temía, hace diez días hubo derramamiento de sangre, pues tres indígenas fueron asesinados a balazos la noche del domingo ante pasado en la comunidad de Arvenza 1. (En 1995 hubo justo en esa zona una matazón, relacionada con las presuntas diferencias religiosas, que no eran más que políticas y económicas). La situación está bastante clara, ya que son dos grupos bien identificados los que se disputan el poder: Las autoridades municipales constitucionales encabezadas por el alcalde Ponciano Gómez Gómez, del partido Morena, y el grupo patrocinado por caciques que tiene como cabeza visible al priísta, Juan Shilón de la Cruz, quien desde diciembre pasado mantiene en su poder el palacio municipal, con el argumento de que fue elegido presidente de un concejo municipal no reconocido por el Congreso local, y por lo que debería de estar en la cárcel. La situación es muy delicada porque en Chamula grupos y personas cuentan con armas de alto poder y no se tientan el alma para usarlas. Seguramente conforme se acerquen las fechas para la definición de candidaturas y luego las elecciones del año próximo, las cosas se calentarán más, con el riesgo de que haya más derramamiento de sangre. Son muchos los intereses, políticos, económicos y de otro tipo los que se mueven en ese emblemático municipio indígena de los Altos de Chiapas. Al parecer, los tres indígenas acribillados la noche del domingo pasado eran simpatizantes de Shilón de la Cruz. Cualquiera podría pensar que, con esos hechos, sus adversarios le mandaron un mensaje. Lo grave es que no se descarta la venganza. Así se “solucionan” muchas veces en ese municipio los problemas entre grupos de poder. Ya sucedió en julio de 2016, cuando hombres armados, que por cierto nunca fueron castigados, asesinaron al presidente municipal, Domingo López González, al síndico Narciso Lunes Hernández y otras personas en pleno centro de la cabecera municipal. Ahora este conflicto es más visible que entonces, por lo que las autoridades deberán de tener mucho cuidado y no desatender el diferendo, ya que se corre el riesgo de que sigan los hechos violentos. Fin.