Era de suponerse.

Lo que la noche del 24 y del 31 de diciembre pareció una liberación de adrenalina con la quema de toneladas de pólvora por tanto tiempo de encierro a causa de la pandemia, se ha vuelto una pesadilla con el incremento de contagios y de fallecimientos a causa del coronavirus.  

Ya se sabía que los contagios y las muertes se iban a incrementar, pues muchas personas olvidaron que la enfermedad sigue activa y que si no se toman las medidas sanitarias necesarias para prevenirla, iba a repuntar la cifra de afectados, como efectivamente ha sucedido. 

Sin hacer caso de las recomendaciones de las autoridades de salud, muchas personas organizaron fiestas y reuniones familiares con bastantes asistentes y en otros casos hubo movilidad de un lugar a otro, sin atender las disposiciones oficiales. 

Da la impresión de que las cifras oficiales se quedan cortas, pues el número de contagios y de decesos en la entidad es mayor al que se reporta diariamente, tal vez porque algunas personas no informan a las autoridades de salud sobre la enfermedad y por lo mismo no son incluidos en las estadísticas. 

En el caso de los decesos, es menos posible ocultarlos, ya que los funerales, por ejemplo, tienen que realizarse bajo los protocolos indicados para evitar contagios. Por más que una familia pretenda saltárselos, sabe que sus integrantes corren el riesgo de contraer la enfermedad también, y sería una irresponsabilidad olvidarlos. 

En el caso de San Cristóbal, basta con escuchar las esquelas por la radio local para darse cuenta de que el número de fallecimientos ha subido en los días recientes, aunque no se llaga todavía a las cifras de la peor etapa de mediados del año pasado. 

Siguen sucediendo casos en los que por temor a que no sobreviva, el enfermo es llevado a las clínicas Covid-19 hasta que está prácticamente agonizando, lo que dificulta que los médicos puedan hacer algo para salvarlo.  

Es cierto, en ocasiones el paciente termina muriendo, aunque haya sido llevado a tiempo, porque su organismo no aguantó, porque tenía algún otro padecimiento o por otra causa, pero la lógica sugiere que si se atiende a tiempo tendrá más posibilidades de librarla. 

Conforme la gente se dio cuenta de que los casos se incrementaron desde los primeros días de enero, ha aumentado la preocupación también porque de nuevo pareciera que estamos como en junio o julio, los meses críticos de la pandemia. 

Sin la autocrítica correspondiente, a veces se responsabiliza a las autoridades por algo que a todos nos corresponde: Cuidarnos y cuidar a la familia. Es verdad que el gobierno tiene que hacer su parte, pero la sociedad también. ¿Cómo se puede responsabilizar a las autoridades de una fiesta masiva en la que hubo contagios, por ejemplo? 

Sí, tal vez es necesario cambiar el color del semáforo epidemiológico que sigue en verde porque muchas personas escuchan hablar de ese color y piensan que hay vía libre para todo y que la situación ya se normalizó, cuando no es así.  

Es probable que si está en amarillo o naranja, por ejemplo, ayude sicológicamente a algunas personas a las que como se dice coloquialmente no les cae el veinte de la gravedad del asunto.  

Y desde luego, a pesar de que están viendo a familiares, amigos o conocidos morir o contagiarse, no pocos pobladores no creen en la gravedad del asunto, le echan la culpa al gobierno por declarar el color verde o simplemente no les importa su salud ni la de los demás. 

Desde luego que el repunte ha ocurrido desde hace un par de semanas casi en todo el país. Algunos lugares como la Ciudad de México y el estado de México, están en verdad en una situación crítica, con hospitales saturados y un alto número de decesos. 

Aparentemente y a pesar del aumento de casos, en Chiapas no estamos todavía en una situación de emergencia como los lugares citados, pero si la gente no se cuida se corre el riesgo de los espacios sean insuficientes como sucedió a mediados del año anterior. 

Por eso hay que insistir en la necesidad de cuidarse al máximo y no salir de la casa si no es por algo que no se puede posponer, y en caso de hacerlo, usar el cubrebocas y el gel antibacterial, además de guardar la sana distancia. No hay otra forma de prevenir contagios.  

Así que el llamado es cuidarnos para evitar los contagios porque de verdad es un calvario padecer esa enfermedad que ha venido a cambiar muchas cosas, y no sólo en México, sino en el mundo. 

PICOTAZOS. En serio: Las autoridades deberían de hacer algo en el caso de Oxchuc, pues un grupo de inconformes mantiene un bloqueo-boteo en la carretera San Cristóbal-Ocosingo, sin que alguien haga algo. Ya se sabe que ese tipo de acciones, como la toma de la caseta de cobro de la vía de cuota que comunica a la ciudad coleta con Tuxtla Gutiérrez son para sacar dinero. En este último caso, no pierde el automovilista -¿la empresa concesionaria sí?. Es pregunta- porque paga 50 pesos -incluso se ahorra tres pesos-, pero en la carretera a Ocosingo sí porque es una vía libre y no hay por qué pagar. En caso de que el problema no se pueda resolver mediante el diálogo como debe de ser la primera opción, las autoridades están obligadas a aplicar la ley, porque si no, el ciudadano queda indefenso y sufre los abusos de grupos que están acostumbrados a causar conflictos y afectar a terceros. De por sí la situación económica está complicada y si encima los automovilistas tienen que desembolsar 50 o 100 pesos por pasar, qué friega llevan… Ojalá que los seguidores -y patrocinadores- de Juan Shilón de la Cruz, autoproclamado presidente de un concejo municipal en Chamula, entiendan que con tanto enemigo que se ha echado encima, por ahora está más seguro en el penal de El Amate. Así que más les vale no estar pidiendo su liberación, pues puede resultar peor. Se sabe que un grupo que antes era su aliado y del cual presuntamente recibió dinero para que operara ciertos trámites, está muy dolido y puede buscar cobrarse como se acostumbra en Chamula: Con balas. Fin