Inseguridad, principal problema.
Muchos son los problemas que aquejan a San Cristóbal de Las Casas, llamada la joya de la corona en Chiapas por su belleza y su riqueza cultural, pero las descoloridas y desangeladas campañas políticas han puesto al descubierto que es la inseguridad su talón de Aquiles.
En diversas entrevistas concedidas a reporteros, casi la totalidad de los candidatos -sólo el independiente, Esteban Morales, colocó el del agua como el principal- han coincidido en que la falta de seguridad es lo prioritario a resolver y la mayor preocupación de la población.
Cada uno tiene sus propuestas que son más de lo mismo: Incrementar el número de agentes y sus sueldos, profesionalizarlos o elevar a rango de secretaría la dirección de la Policía Municipal, etcétera. Sólo Hugo Pérez, de Movimiento Ciudadano, ha planteado algo diferente, aunque no necesariamente más efectivo: designar a un general al frente de la corporación.
Estas propuestas las hemos escuchado con sus matices en campañas políticas desde hace varios trienios, sin que se hayan cumplido, por lo que en lugar de disminuir la inseguridad crece o se mantiene en sus niveles altos.
Todo mundo sabe en la ciudad coleta que la solución del problema de la inseguridad no pasa sólo por aumentar el número de uniformados y dotarlos de más equipo, sino por combatir la creciente impunidad con la que actúan diversos grupos, principalmente de indígenas, que operan en distintas áreas, sobre todo en la zona norte, con armas de grueso calibre como ha quedado al descubierto desde hace tiempo.
Ahí operan grupos de jóvenes que se mueven en motocicletas para agredir, sembrar el terror, ocasionar desmanes que hacen por su cuenta o lo que les ordene el líder que cobra por “rentarlos”. Estos grupos se han vuelto casi intocables.
Pobre de aquel automovilista que tenga la mala suerte de verse involucrado en un accidente de tránsito con alguno de los integrantes de esos grupos, porque, aunque no sea responsable, inmediatamente llaman a sus compañeros, lo rodean, lo agreden y lo obligan a pagar los daños. Y más le vale no rezongar porque le va peor. De ese tamaño están las cosas, desde hace algunos años.
Hace unas semanas se pasó el alto una de esas motocicletas en una zona del centro de la ciudad y golpeó un taxi, cuyo conductor no tuvo más que tragarse el coraje del golpe y de los insultos, más la pateada de la unidad.
Uno de los problemas es que con tal de ganar, muchos candidatos -de ahora y de antes- han pactado con esos grupos que incluso tienen la fuerza para colocar abanderados en algunos partidos políticos, sobre todo a diputados.
Los mismos candidatos a la alcaldía se han acusado mutuamente de pactar con esos grupos. Muchos de ellos se han reunido con sus dirigentes y han acordado quién sabe qué tantas cosas. Se sabe inclusive, que en algunos casos les han mostrado no una, sino muchas armas para que sepan a lo que le tiran, después de lo cual algunos abanderados han salido con los pelos de punta.
Si las autoridades de verdad quisieran, podrían poner orden, pues en el caso de los que se movilizan en motocicletas, por ejemplo, podrían hacer una campaña de detención de las unidades que no cuenten con placas y documentos oficiales. Obligar a que emplaquen las unidades permitiría controlarlas y saber quiénes son los dueños, pero por diversos intereses, esto no se ha hecho. Además, ello representaría ingresos a las arcas estatales.
Mientras esos grupos no sean desactivados no será posible combatir la inseguridad. ¿Pero qué pasa si el candidato que gane la alcaldía ya pactó con ellos? Simplemente no podrá actuar en su contra. Y no pocos de los 13 que ahora contienden ya pactaron de una u otra forma. Eso significa que la inseguridad seguirá, desgraciadamente. Además, la policía municipal tiene funciones preventivas, por lo que tampoco es tan fácil.
Hay que aclarar que, aunque desde hace muchos años, la zona norte ha sido estigmatizada, no es la mayoría de la población que habita ahí la que causa problemas, sino que son pequeños grupos bien identificados los que se dedican a desestabilizar y a cometer delitos, incluida la venta de sustancias ilegales. La gran mayoría de habitantes de esa zona se dedica a trabajar -muchos son artesanos- y para buscar el sustento para sus familias. Los que se han descarriado son jóvenes, principalmente.
Pero también en el sur y el oriente han crecido grupos violentos que desestabilizan y provocan inseguridad. En algunos casos están ligados a políticos locales.
En resumen: Mientras sigan los pactos entre los próximos presidentes municipales y los líderes de grupos violentos no se logrará la seguridad que la población de San Cristóbal está esperando desde hace varios años.
Desde luego que la inseguridad no sólo se genera por esos grupos ya identificados, sino que la delincuencia común opera como en otras partes con robos y asaltos que es necesario combatir.
Para que haya éxito en el combate a la inseguridad es imprescindible que se coordinen los tres niveles de gobierno y que dejen a un lado los celos políticos, pues es sabido que en muchos casos los federales menosprecian a los municipales, por ejemplo.
Para garantizar la seguridad no basta con que los agentes realicen los recorridos en las llamativas camionetas con sus luces encendidas para inhibir a los delincuentes, sino que debe de haber un trabajo de inteligencia para desarticular a los grupos que se dedican a ocasionar problemas.
PICOTAZOS. Corren rumores de que algunos candidatos a la alcaldía de San Cristóbal que se saben sin muchas posibilidades de ganar en las elecciones del 6 de junio, podrían declinar en los días próximos y unirse a otros proyectos. Esto ocurre muchas veces en distintas partes, así que no sería ninguna novedad. Ya se verá quiénes abandonan el barco antes de llegar al puerto en su aventura política. Fin