Como era de esperarse desde que se aprobaron las reformas correspondientes, la gran mayoría de quienes desempeñan un cargo de elección popular busca reelegirse en las elecciones del próximo año. 

El caso que más llama la atención, por el número, es el de los diputados federales, ya que de acuerdo con reportes de prensa, 433 de los 500 que integran la Cámara entregaron la carta de intención que es requisito para reelegirse de manera inmediata. Pero resulta que en 38 casos, hasta los suplentes buscan repetir. 

Si la mayoría de quienes pretenden reelegirse logra su objetivo, en la Cámara Baja se seguirían viendo las caras los mismos que están ahora y, en teoría, desempeñarían el mismo papel que están haciendo, generalmente malo. 

Claro, primero tendrían que ganar las elecciones y ver si los partidos a los que pertenecen los postularían de nuevo, porque el tema de la paridad de género —aprobada por el Instituto Federal Electoral (IFE)— vino a descuadrarles el tinglado. 

Otro de los obstáculos que tienen que vencer está relacionado con los lineamientos aprobados la semana pasada por el pleno de la propia Cámara de Diputados, en los que se establece, entre otras disposiciones, que los legisladores que busquen contender por un partido distinto al que los llevó al Congreso, sólo podrán hacerlo si renunciaron a su militancia anterior en la primera mitad del periodo para el que fueron elegidos. 

Es posible en algunos de ellos ya lo hayan hecho, como lo hicieron varios alcaldes, previendo que por el partido que los postuló en las elecciones pasadas no aceptara su reelección; pero si no, se les caería su idea de seguir cobrando del erario público, porque eso de “servir a mi país”, es sólo una frase trillada. 

La medida anterior busca combatir lo que se conoce coloquialmente como “chapulineo”, es decir, evitar que los políticos se cambien de un partido a otro, algo que en los lustros recientes se puso de moda en el país. 

Valga recordar que la reelección consecutiva de los diputados y senadores fue aprobada en marzo de 2020 mediante modificaciones a las Leyes Generales de Instituciones y Procedimientos Electorales y de Partidos Políticos.  

A partir de esas reformas se abrió la posibilidad de que los diputados puedan reelegirse tres veces consecutivas y los senadores una, lo que significa que si ambos logran su objetivo en todos los períodos que les autoriza la ley, pueden estar hasta 12 años ininterrumpidos cobrando una dieta a la cual no muchos mexicanos pueden aspirar. 

Era lógico que si las reformas les beneficiaban a ellos mimos, los legisladores iban a votar a favor, es decir, eran leyes hechas a modo. Entonces tenía mayoría Morena, el partido gobernante y aunque es obvio que se van a beneficiar, cabe destacar que los partidos más adictos a la continuidad son el Revolucionario Institucional (PRI), de la Revolución Democrática (PRD) y del Trabajo (PT); que según notas de prensa, el cien por ciento de sus legisladores buscará la reelección. 

La reelección deja sin oportunidad a otros aspirantes con legítimo derecho de buscar un espacio en el Congreso de la Unión, sin importar si el que está ocupando una curul hizo algo por sus representados, además de que sus relaciones como legislador le facilitan buscar la repetición y perpetuarse en el cargo hasta por 12 años, o sea, dos sexenios. 

Uno de los problemas de la reelección es que se puede facilitarse la creación de cacicazgos, sobre todo de quienes tienen poder en sus respectivos partidos políticos. 

Hasta ahora no se ve por dónde las reformas vayan a traer un beneficio para la sociedad mexicana, pero de todos modos habrá que esperar un período más para hacer una evaluación más completa. 

Lo que sí puede asegurarse es que el lema de Francisco I. Madero de “Sufragio efectivo, no reelección”, fue muy sabio y contribuyó a evitar la tentación de las repeticiones consecutivas. Puede decirse que el lema de la clase política de ahora es: “Sufragio efectivo no. Reelección”. 

Hablando de diputados, no parece muy atinada la propuesta de iniciativa presentada en días pasados por la legisladora morenista Ana Elizabeth Ayala Leyva, para que se sancione con multas de hasta más de un millón de pesos o cuatro años de cárcel a quienes se equivoquen o modifiquen la letra al entonar el Himno Nacional Mexicano. 

Si bien es cierto que es necesario cuidar que se respeten a cabalidad los símbolos patrios, parece una exageración plantear cárcel o multas tan elevadas para quienes se equivoquen al entonar el himno, como así le sucedió a Vicente Fernández, Jorge Muñiz, Ana Bárbara y Ángela Aguilar, entre otros. 

Se entiende que en estos casos fueron equivocaciones por no saberse de memoria el himno por las razones que sean, y para sancionar habría que distinguir que también están los casos de quienes hacen las modificaciones con otras intenciones, ya sea por llamar la atención o incluso por burlarse. 

Ese no parece ser el caso de quienes hacen la interpretación en actos deportivos, políticos o de otro tipo. Lo que ocasionaría una modificación como la que plantea la legisladora Ayala Leyva, es que no cualquiera aceptaría acudir a cantar el himno a un acto masivo para evitar el riesgo de ser multado o encarcelado. 

Ya se verá en qué queda la propuesta de iniciativa llevada a la Cámara Baja por la diputada, pero en todo caso, es probable que sufra modificaciones y adecuaciones que la hagan más viable. 

Picotazos. El municipio de Maravilla Tenejapa apareció en el mapa de repente con hechos de violencia que se han convertido en noticia nacional, como la emboscada en contra de elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), uno de cuyos miembros fue asesinado el sábado y dos más resultaron heridos. Da la impresión de que de la nada —es un decir— brotan los conflictos, esparciendo mucha violencia que ocasiona un terrible sufrimiento a la población. Ojalá haya quien controle esa violencia para evitar más dolor humano. Fin.