Después de muchos años de agonía, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), desaparecerá finalmente porque no logró el 3 por ciento de la votación federal en las elecciones del 2 de junio.

Este instituto político que nació en 1989 como una esperanza de izquierda en México, fue sepultado por ese pequeño grupo de dirigentes conocidos como Los Chuchos, quienes se adueñaron de esas siglas hace tres lustros y se pusieron al servicio de la derecha panista y priísta.

De verdad da tristeza la muerte del PRD porque en su momento nació como una opción real de izquierda en medio de una gran efervescencia política, luego del fraude electoral en contra de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, cometido por Carlos Salinas de Gortari en 1988. Y fue en efecto, una de las fuerzas políticas más importantes de México.

Podría decirse que ese año comenzó de algún modo el despertar del pueblo mexicano que venía arrastrando un coraje contenido a causa de numerosos hechos de represión y violencia como la matanza de Tlatelolco de 1968 y el establecimiento de la dictadura perfecta a través del PRI, como llamó el escritor Mario Vargas Llosa.

Hasta 1989 no había habido en el país una opción partidista de izquierda con posibilidades reales de ganar la presidencia de la República como el PRD, ya que los partidos existentes eran muy pequeños o incluso servían de esquiroles para validar las victorias del PRI.

Por eso, el PRD con su color amarillo se convirtió en la esperanza de millones de personas que creyeron que por ese medio era posible derrotar al hasta entonces invencible tricolor, que dicho sea de paso, va siguiendo velozmente los pasos del partido del sol azteca que vive sus últimos días, pues en 12 años perdió 10 millones de votos y cada vez le quedan menos espacios de poder.

Durante las primeras elecciones presidenciales de 1994 el partido amarillo postuló a Cárdenas Solórzano como su candidato, pero era evidente que Salinas de Gortari no lo iba a dejar pasar por ningún motivo y se las ingenió para que el PRI volviera a ganar, reprimiendo al movimiento del ingeniero, lo que dejó un buen número de muertos.

Esas elecciones de 1994 transcurrieron en medio de una descomposición social y política que se había visibilizado mediante el levantamiento armado zapatista de enero de 1994 y el posterior asesinato del abanderado oficialista a la presidencia, Luis Donaldo Colosio Murrieta, ocurrido el 23 de marzo de ese año, entre otros hechos.

En 1997 Cárdenas Solórzano ganó las elecciones para la jefatura del entonces Distrito Federal bajo las siglas del PRD, que luego triunfaría en varias gubernaturas. Después del 2000, pero marcadamente en 2006, se fueron diluyendo sus colores amarrillos tomando un tono azul y tricolor.

La toma de posesión de Felipe Calderón en 2006 no hubiera sido posible sin la complicidad de muchos dirigentes perredistas que desde entonces le dieron la espalda a quien había sido su candidato, Andrés Manuel López Obrador, víctima de un fraude operado por el entonces presidente Vicente Fox.

Ya en el 2012, cuando López Obrador volvió a perder la presidencia, el PRD se descaró y firmó junto con el PRI y el PAN el llamado Pacto por México, que tanto daño le hizo al país.

Como era lógico, Andrés Manuel se dio cuenta de que con ese PRD no llegaría a ninguna parte, por lo que, acertadamente -el tiempo le daría la razón- creó Morena con el que ganó en 2018 la presidencia de la República, mientras el partido amarillo hizo una descarada alianza con el PAN.

Parecía que se juntaba el agua y el aceite, pero no, desde hacía ya varios años eran exactamente iguales, sólo habían sabido engañar a muchas personas que creían que uno era de derecha y otro de izquierda.

Los que supieron leer el futuro, se fueron con López Obrador a Morena, pero Los Chuchos se quedaron manejando los recursos públicos que todavía recibía el PRD y ellos repartiéndose los cargos de elección popular, preferentemente por la vía plurinominal.

Ahora López Obrador no sólo ganó en 2018 y pudo transitar el sexenio -le quedan menos de cuatro meses-, sino que hace 12 días hizo que triunfara su candidata, Claudia Sheinbaum por una mayoría abrumadora de votos, dejando noqueada a la derecha, mientras el PRD pierde su registro después de 35 años sin haber ganado la presidencia.

No es exagerado decir que Andrés Manuel López Obrador se va al dejar el poder formal el 30 de septiembre, pero el lopezobradorismo como corriente, más que el morenismo, se quedará y muy fuerte cuando menos un sexenio más. El foxismo y el calderonismo no llegaron a ser una corriente medianamente relevante.

A diferencia de Lázaro Cárdenas que no se atrevió a dejar como su sucesor a su paisano, el general Francisco J. Mújica, de izquierda, que garantizaba la continuidad del postulado revolucionario, sino que se inclinó por Manuel Ávila Camacho que rompió la inercia revolucionaria, López Obrador tuvo la capacidad de colocar con su política social y su carisma a Sheinbaum para que continúe con la llamada Cuarta Transformación.

La próxima presidenta de México está alineada con el proyecto izquierdista de Andrés Manuel porque ha sido parte del mismo desde el inicio, mientras que Ávila Camacho estaba más cargado a la derecha y no le interesaba mucho seguir con la corriente cardenista que había optado por la continuidad revolucionaria.

Ahora se entiende mucho mejor aquel discurso que López Obrador pronunció el 18 de marzo pasado en el Zócalo de la Ciudad de México con motivo del 85 aniversario de la expropiación petrolera que llevó a cabo Lázaro Cárdenas, en el que reiteró que su sucesor debía de estar comprometido a seguir la Cuarta Transformación que él inició en 2018.

Algunos interpretaron desde que pronunció ese discurso, que de entre las tres llamadas corcholatas más fuertes, la elegida sería la entonces jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

Mientras tanto, los actuales dirigentes del partido amarillo que se quedarán sin partido tendrán que buscar alguna opción para acomodarse de ahora en adelante -por lo pronto, algunos ganaron puestos de elección popular el 2 de junio- y seguir viviendo del presupuesto público. Lo triste: Con la desaparición del PRD muere una parte de Cuauhtémoc Cárdenas, uno de sus principales fundadores. Fin