Vaya giró el que está dando el conflicto entre Ucrania y Rusia, luego de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump hiciera un impensable viraje de 180 grados para tratar de parar la guerra, con la intención de quedarse con parte de los recursos de ese país y suspender la ayuda que le ha dado a la primera nación.

Como es lógico, el presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, está que no lo calienta ni el sol porque se siente traicionado y abandonado por Estados Unidos, sobre cuyo presidente dijo que está en una “burbuja de desinformación”.

Altanero como es, Trump le respondió que “mejor que se mueva rápido o no le va a quedar país”, al tiempo que lo calificó de “dictador sin elecciones” y de tener sólo 4 por ciento de aprobación de su pueblo, con un país “hecho pedazos”.

El magnate estadounidense busca de alguna forma quedarse con parte de los recursos de Ucrania, pues quiere el equivalente a 500 mil millones de dólares en tierras raras de Ucrania.

Por una parte, tiene razón porque Washington, según lo dijo el mismo Trump, ha invertido en Ucrania “más de 300 mil millones de dólares, probablemente 350 mil millones, y Europa probablemente 100 mil millones de dólares”.

Dijo desconocer qué hizo Ucrania con los millonarios fondos destinados por Washington desde el inicio del conflicto, por lo que en lugar de seguirle dando dinero prefiere que se acabe la guerra.

Tiene razón también al afirmar que esa guerra nunca debió haber sucedido, pero ya se sabe que, como ocurre con Israel, si Ucrania no hubiera contado con todo el apoyo financiero y político de Estados Unidos, tal vez ya habría finalizado el conflicto, o incluso, no hubiera estallado.

Aunque se puede asegurar que en el fondo lo que busca Trump es apropiarse de recursos de Ucrania, tratar de ampliar la dominación y ya no destinar más dinero a ese país, no deja de llamar la atención que de la nada se haya puesto del lado de Rusia y en contra de Ucrania.

Ya desde la primera vez que ganó la presidencia, cuestionado por un presunto fraude, corrían versiones de que algo había pactado con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, lo que nunca quedó claro.

Sí, ahora, apenas ingresó a la Casa Blanca y aparentemente de la nada, apareció negociando con Putin para plantear una repartición que beneficiaría a ambas naciones. Mientras tanto, Zelensky, que le había apostado (casi) todo a Estados Unidos, se ha quedo solo y sin muchas opciones de negociar en condiciones favorables con Rusia.

Lo bueno de todo esto es que Trump está planeando poner fin a la guerra que comenzó hace casi tres años y que ha dejado miles de soldados y civiles muertos y heridos de ambas naciones, además de miles de desplazados.

El cambio de política exterior de los gringos en ese caso ha sorprendido a muchos, no sólo al presidente de Ucrania, quien dijo que su país no aceptaría ningún resultado de las conversaciones entre Washington y Moscú, ya que Kiev no participó.

El problema para él es que las dos potencias lo han dejado hasta ahora fuera de las negociaciones. Como es lógico, también los países europeos aliados se han inconformado porque están siendo marginados. A ver cómo acaba este asunto. Habrá que ver qué capacidad tiene Ucrania para seguir la guerra solo o con algunos aliados con mucho menos poder que Estados Unidos.

Valga recordar que el costo de muchos productos subió a partir del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, país que, al igual que Rusia, juega un rol estratégico en los mercados mundiales de productos básicos, pues es uno de los grandes exportadores de trigo y cereales, además de hortalizas y minerales, entre otros productos.

Por un lado, es alentador el impulso de Trump para frenar la guerra, pero habrá que esperar para saber bien a bien qué más intereses hay atrás, aparte de apropiarse de una parte de los recursos de Ucrania. Lo que urge primero es parar el conflicto bélico.

Donde no está de salida sino de entrada un conflicto, es en Morena, pues ya se soltó la polémica por afiliar al senador ex panista, Miguel Ángel Yúnez Márquez, cuya trayectoria personal y familiar está lejos de representar los postulados que el partido guinda dice defender. Los dimes y diretes surgieron el martes cuando se dio a conocer que el legislador veracruzano se había afiliado formalmente al partido en el gobierno. La primera en respingar fue la gobernadora Rocío Nahle y la dirigencia de Morena en Veracruz. La mandataria aseguró incluso, que Yúnez Márquez está involucrado en “lavado de dinero”, una acusación muy grave. Ya se sabe que su afiliación a Morena es, sólo en parte, porque también le “limpiaron” su expediente penal, el pago por haber votado en la Cámara Alta a favor de la reforma al poder judicial. Fue un voto muy caro para Morena, pero sin él, no habría reforma judicial. Se entiende que si se afilió al partido en el poder y que está de moda, es porque pretende seguir haciendo política, buscando cargos de elección popular, entre éstos seguramente la gubernatura de su estado natal. Se va a poner buena la cosa. Claro, habrá que esperar qué resuelve la comisión de honestidad y justicia del partido, a la que se dirigen las inconformidades formales. El tema seguirá dando nota. El martes, por cierto, no sólo Yúnez Márquez se afilió a Morena, sino el petista Gerardo Fernández Noroña, quien se dijo “feliz, Feliciano”, luego de obtener su credencial. Su caso es diferente porque se ha comportado más morenista que muchos de sus ahora correligionarios… Las autoridades educativas de Chiapas están presionado a los maestros que trabajan en Pantelhó a que regresen a dar clases a las aulas sin que se hayan creado las condiciones de seguridad para ello. El hecho de que haya presencia de policías y del Ejército Mexicano en ese lugar, no es garantía de que ellos podrán entrar y salir sin problemas de las comunidades. En este caso debe de haber mucho cuidado para evitar problemas posteriores. Fin