La gentrificación en San Cristóbal
A raíz de las protestas y los destrozos causados el cuatro de julio en varios establecimientos de colonias de la Ciudad de México, se ha puesto de moda el término gentrificación, que no es nuevo, pero más que eso, el problema ha empezado a llamar la atención de las autoridades.
Este problema está presente en la capital y en diversas ciudades del país, sobre todo las que tienen una amplia afluencia de turistas, como San Cristóbal de Las Casas o que han sido escogidas para vivir por extranjeros.
En el caso de la antigua Ciudad Real, que en 32 meses cumplirá 500 años de haber sido fundada, la gentrificación ha avanzado de manera silenciosa y casi imperceptible para la población local y ante la apatía o desconocimiento de las autoridades locales.
Si bien el proceso ha sido paulatino, podría decirse que el detonante visible más reciente fue la construcción del andador peatonal Eclesiástico que inicia en el templo de Santo Domingo, pasa por el parque central (frente a la catedral y al antiguo palacio municipal) y finaliza en el arco de El Carmen, sobre las calles 20 de Noviembre y Miguel Hidalgo.
Este espacio fue edificado hace cerca de 25 años ante la oposición de muchos de los vecinos, que no tardaron mucho en darse cuenta de que sería un buen negocio, por lo que adecuaron sus viviendas para rentar espacios comerciales a precios que hasta entonces no se habían visto, dada la demanda ya que por ese corredor transitan cientos y cientos de personas diariamente.
Algunos propietarios que toda la vida radicaron sobre las avenidas mencionadas destinaron la planta alta para vivir y rentaron la parte baja y en algunos casos de plano se mudaron a otras áreas de la ciudad menos caras y alejadas del bullicio del centro histórico, donde ahora abundan los bares y otros antros que generan mucha contaminación auditiva y de otro tipo.
Ante el éxito de ese primer andador que construyó en su primera administración, el alcalde Mariano Díaz Ochoa edificó en su segundo periodo, el segundo corredor peatonal llamado Guadalupano que inicia en el parque central y finaliza en la calle Diego Dugeley, sobre la emblemática calle Real de Guadalupe.
Con su construcción hace cerca de una década y media se acentuó el proceso de gentrificación que desde hace varios años se venía dando con la conversión -y compra en muchos casos- de casas para hoteles, restaurantes, comercios y otros giros.
Al igual que en el andador Eclesiástico, muchos pobladores originarios que nacieron, crecieron y vivieron en esos espacios, se desplazaron voluntariamente a otras zonas porque les conviene más dar rentadas sus viviendas o locales comerciales a altos precios que habitarlas.
Las rentas en los andadores son estratosféricas sin que autoridad alguna las regule. Hay personas que pagan más de 50 mil pesos por un local de los más amplios y mejor ubicados, por lo que muchos pobladores que tienen la fortuna de contar con una propiedad en el centro histórico viven literalmente de sus rentas.
Uno de los problemas presentes en las ciudades con alta afluencia de turistas es que muchas veces las autoridades construyen obras pensando más en los visitantes y su comodidad que en el beneficio de los habitantes originales, aunque, claro está, muchos de los que son dueños de las propiedades se benefician a través de sus negocios.
Uno de los problemas que genera la gentrificación como en el caso de San Cristóbal, es que, según especialistas, se van perdiendo costumbres y tradiciones, es decir, cultura en los barrios afectados.
El barrio más afectado hasta ahora es el del Centro, a donde se han enfocado principalmente muchos establecimientos comerciales, ya que es la parte más visitada debido a que ahí se encuentran los principales monumentos históricos como la catedral y los templos de Santo Domingo, Caridad, San Nicolás, San Francisco, El Carmen y La Merced.
No por gusto se ampliaron hace una década las principales banquetas sobre las que ahora los dueños de los restaurantes colocan mesas y sillas, ocupando espacios que deberían de servir para los peatones. Los andadores son, dicen algunos, la máxima expresión del neoliberalismo: obras edificadas con recursos públicos para beneficio particular.
Como es lógico, el centro histórico, cuyo uso de suelo es mixto (habitacional y comercial) demanda más y mejores servicios para atender a los turistas, como agua limpia y seguridad, entre otros.
Otro de los problemas que ha causado la gentrificación en San Cristóbal es el desmedido aumento del precio de casas y terrenos. Son pocas las ciudades en las que estos bienes son tan caros, pues en ocasiones pueden subir hasta cinco veces más que en otras ciudades como Tuxtla Gutiérrez y Comitán, por ejemplo.
A lo anterior habrá que agregar el crecimiento desordenado de la ciudad, sin que las autoridades hagan algo para frenar. Por si fuera poco, la población ha crecido en más del 50 por ciento en las últimas dos décadas.
Ojalá que en el caso de San Cristóbal no aparezca el elemento de la xenofobia como sucede en la Ciudad de México, donde algunos habitantes a han emprendido en contra de extranjeros, con o sin razón.
El problema es serio, por lo que las autoridades deben de tomar cartas en el asunto, reconocer que existe y que es necesario crear políticas públicas para atenderlo, pero al parecer a los ayuntamientos, incluyendo el actual poco les interesa.
No hay que olvidar que San Cristóbal cumplirá en dos años y ocho meses, 500 años de haber sido fundada y habrá que festejar tal acontecimiento como es merecido, pero hay que empezar por tener una ciudad ordenada, libre de problemas, segura, limpia y en condiciones que permitan a sus habitantes -y visitantes, claro está- vivir en las mejores condiciones posibles. Fin