El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha incrementado en los días recientes las presiones en contra de Venezuela, con el fin de tratar de doblegar al mandatario Nicolás Maduro para apropiarse de sus bastos recursos como el petróleo y el gas en su ruta colonizadora.
No es la primera vez que el gobierno de las barras y las estrellas se lanza en contra del país sudamericano que desde que ganó el extinto Hugo Chávez decidió no plegarse a los intereses de la Casa Blanca.
Después de Cuba, a cuyo régimen comunista no ha podido vencer después de más de 60 años, Venezuela es el país de América al que varios gobiernos gringos han intentado doblegar por varios medios, incluido el electoral, pero no ha podido.
Sin embargo, Trump parece más decidido a presionar e intervenir más decididamente en esa nación sudamericana y para eso se ha valido de las nuevas disposiciones legales aprobadas en meses recientes para catalogar de narco terroristas a gobiernos como el de Venezuela y a organizaciones criminales dedicadas al tráfico de drogas.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, por cuya cabeza el gobierno de Estados Unidos ha ofrecido 50 millones de dólares, ha respondido fiel a su estilo con bravuconadas y ha hecho movilizar a sus bases sociales y llamando a los reservistas a prepararse para defenderse del imperio, lo que puede aprovechar para exacerbar el nacionalismo.
La derecha mexicana se frota las manos porque piensa que cayendo el régimen de Maduro se debilitaría el gobierno morenista que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum, como si Venezuela fuera un soporte importante para la llamada 4T.
La embestida contra la llamada república bolivariana se enmarca en el plan de control de Trump sobre todos los países, ya sea a través de los injustos aranceles o por la vía militar.
En el caso de Venezuela, Estados Unidos se va a topar con las dos potencias con las que no le queda más que negociar: Rusia y China, que ya salieron en defensa del gobierno de Maduro.
Es posible que la presión y el amago de un ataque militar busque solo “ablandar” a Maduro para obligarlo a negociar en condiciones de debilidad la venta de sus recursos a Estados Unidos.
¿Llegará Trump al grado de una invasión militar como en Panamá en 1989 cuando derrocó al presidente Manuel Antonio Noriega o en 2003 o cuando hizo lo propio en Irak para tumbar al presidente Sadam Husein? Con Donald y su proyecto de recuperar la hegemonía perdida todo es posible. Los pretextos es lo de menos.
Con Trump no es fácil intuir si el publicitado despliegue de buques de guerra y unidades militares es una más de sus acostumbradas bravuconadas o si es en realidad la preparación de una agresión militar para derrocar al gobierno venezolano.
Ya se sabe que la parte ideológica no importa tanto a Estados Unidos, como los recursos y el sometimiento de los países. Por ejemplo, aprueba las reformas en El Salvador para que el presidente pueda reelegirse indefinidamente.
Cualquiera que sea al final la decisión de Trump sobre Venezuela, impactará en América Latina.
Si bien no son gobiernos del corte ideológico de Maduro, en América del Sur hay dos países que no están alineados con Estados Unidos: Brasil, de Lula Da Silva, de los pocos que le resultó respondón en el caso de los aranceles, y Colombia, de Petro. México, gobernado también por una corriente de supuesta izquierda se cuece aparte por la vecindad con los gringos, pero no se ha salvado de las locuras de Donald y Sheinbaum tendrá que seguir batallando y toreando al monstruo imperialista.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, por su parte, sigue dando de qué hablar. Desde ese pequeño país centroamericano que se ha puesto de alfombra a Estados Unidos, llegan noticias de que el mandatario que ha ganado merecidamente fama internacional por el combate a las pandillas y su plan de seguridad, sostenido en parte por un régimen de excepción que lleva más de tres años, de que recién nombró a una capitana del Ejército salvadoreño, Karla Trigueros, como ministra de Educación para imponer en las escuelas públicas una disciplina rígida.
Por lo pronto, ha dispuesto que el corte del cabello de los alumnos sea adecuado y con uniforme limpio, entre otras medidas.
El nombramiento, que momentáneamente desplazó la polémica por las reformas que Bukele le recetó a los salvadoreños en la víspera de las fiestas nacionales del 6 de agosto que permitirán en el país, entre otras cosas la reelección de su presidente por tiempo indefinido, ha causado revuelo porque en teoría, nada tiene que hacer un o una militar en Educación, a menos que como en este caso se quiera enviar un mensaje muy claro a los habitantes. (Claro, Mario Delgado nada tendría que hacer tampoco en la Secretaría de Educación Pública de México porque en teoría nada o muy poco en todo caso sabe del tema).
El caso es que la designación de Trigueros, muy guapa, por cierto, característica que la hizo conocida durante la pandemia cuando participó en acciones sociales, ha causado polémica en el país, justo en momentos en que las autoridades descubrieron y desactivaron a un grupo de decenas de jóvenes de al menos tres colegios de educación media que presuntamente se estaban organizando como eventuales pandilleros.