Los petardos al presidente

La camioneta blanca

San Pedro de los Saguaros, Michoacán, es un pueblo habitado por nativos. En ruinas. Polvoriento. Sumido en la pobreza como muchos otros de este país tan lleno de contrastes. Paradójicamente es también un botín para quienes le han gobernado.

Corre el año de 1949. Es el sexenio de Miguel Alemán Valdés.

Un día el alcalde de San Pedro es linchado y decapitado por una cáfila ahíta de corrupción y atropellos. Como en Fuente Ovejuna, la obra de Lope de Vega, cuando la autoridad pregunta quién mató al comendador la plebe contesta: “Fuente Ovejuna, señor”.

Los hechos violentos zarandean al país porque está en puerta la elección de presidente de la república y gobernador. La cúpula del poder debe buscar con bisturí a un alcalde interino que devuelva la paz y el orden en San Pedro.

Tiene qué ser un hombre ingenuo. Confiable. “Que no cometa tantas pendejadas”, dice el licenciado López, el mafioso secretario de gobierno a quien el gobernador Terrazas de Michoacán le encarga tan complicada tarea.

Juan Vargas

Inofensivo miembro del Partido Revolucionario Institucional, Juan Vargas es rescatado como “funcionario” de un basurero municipal y designado alcalde sustituto.

Después de caminar sinuosos meandros en el desempeño de su nueva responsabilidad, Juan Vargas concluye ejercer la autoridad tiranamente, sin miramientos. Emerge entonces su auténtica personalidad: la de un megalómano.

Primero enfrenta a doña Lupe, la madame del burdel y la que junto con el cura son quienes mandan en el pueblo, hasta antes de la llegada de Vargas. Ya en los linderos de la esquizofrenia mata a tiros a la alcahueta.

Atrapa y culpa del crimen al indefenso de Filemón, a quien asesina a balazos y arroja su cadáver en un despeñadero. Filemón sabe que el verdugo de doña Lupe es Vargas.

Se deshace del doctor Morales ayudado por el truhan sacerdote. Pederasta, hipócrita y trampero, Morales es viva imagen de un panista porque detrás de su personalidad inmaculada se halla un hombre pérfido, sucio, embustero, violador de niñas. Entrampado por Vargas ha de abandonar el pueblo sin más remedio.

A estas alturas Juan Vargas ha almacenado una fortuna inmensa cobrando impuestos a los miserables habitantes de San Pedro.

Ha extraviado la cordura: un día toma la Constitución, la coloca en su viejo escritorio de madera al lado de su revólver decidido a reformarla porque se da cuenta que ser alcalde es negocio redondo.

Quiere inmortalizarse en el poder. Ordena a Pek, su secretario particular, reformas para gobernar hasta por 20 años San Pedro de los Saguaros.

Petardos a la 4T

Más allá de ser castigado por sus actos de expoliación y luego de que ha hecho una carnicería en San Pedro ultimando incluso al licenciado López, el demente Vargas es premiado con una curul en el Parlamento federal evocando aquella vieja práctica política mexicana que pervivió hasta el sexenio pasado: Se premia todo, menos la deslealtad.

Esta película extraordinaria, que como usted bien sabe es producción mexicana y no de la Meca del cine, se amoldó exactamente a lo que ocurría en México. Es un retrato siniestro.

Hay una corriente política que añora impunidad, corrupción y complicidades. Todos los días, bajo cualquier argumento, lanza petardos al presidente Obrador en su afán de desacreditar el proyecto de nación que representa la 4T.

Lo cacareemos

Un estado seguro se mide no sólo por la cantidad de delitos que se cometen, sino por la capacidad de sus autoridades para el diseño e implementación de estrategias que permiten combatir con eficacia cualquier manifestación de inseguridad.

Hay chavitas que se van con el novio y fingen un secuestro, o bien conocen a un tipo en Facebook y emprenden la graciosa huida.  Son, podríamos decir, asuntos domésticos que, aunque así sean, la Fiscalía de Justicia del Estado los esclarece con aptitud.

No vivimos en Luxemburgo, la ciudad más segura del mundo, pero tenemos a funcionarios que trabajan arduamente para que usted y yo hagamos vida tranquila. Las mesas de seguridad son un acierto histórico.

Desde el 21 de diciembre de 2021 Chiapas es el estado más seguro. Y conste que no es una quimera. Ahí están las estadísticas. Son datos reales que se ajustan a la cotidianidad. La globalización ha atrapado al mundo en una vorágine de conflictos sociales siendo la criminalidad uno de ellos.

Claro, hay historietas como aquella de la camioneta blanca que se sacó de la manga una exdiputada. ¿Si se acuerda? Si los videntes de la tragedia pintan desde el Facebook un Chiapas por mucho alejado de la realidad, es obligación del periodismo epistémico hablar con la verdad. Y en Cuarto Poder ejercemos ese periodismo.

Cerremos paso a la rumorología. No todo lo que se difunde en redes sociales es verídico. Ahí pululan desinformación, intrigas. Y el tuxtleco, dada su idiosincrasia, es adicto al bulo. Por lo demás, vamos genial.