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Hoy Escriben - Húbert Ochoa

Sólo para enterados

Pero, señorita Laura…

Tuxtla, qué chulada…

Sus estridentes gritos retumbaban en el foro para sentar en el banquillo de los acusados al mal hombre o a la mujer casquivana.

Ella, Laura Bozzo, exhibiendo un temperamento áspero que no concuerda con su vida cotidiana, reprimía públicamente a infieles, mujeres disolutas y a las madres que, por irse a una pollada, dejaban abandonados a los pequeños hijos.

Dicharachera, con voz de chachalaca, nacida en Perú (1951), en donde conjeturan tuvo tórridos galanteos con el derrocado Alberto Fujimori quien le financiaba programas de televisión hasta que el tormentoso flirt llegó a su fin, Bozzo alcanzó popularidad insólita dentro y fuera de Perú por su grotesco estilo en la pantalla chica.

Llegó a México en 2009. Tuvo un paso efímero por TV azteca y luego se enroló en el enajenante canal de las estrellas con cuyos ejecutivos firmó contrato laboral por 20 años.

Su aspecto era el de una bruja malvada. Muchos la compararon a Hermelinda Linda, aquel icónico personaje del cómic de los setenta y ochenta. Inolvidable. Quizá la generación centúrica no sabe quién fue.

Allí, desde la caja idiota, Bozzo hizo auténticos shows business que, por años, mantuvieron sollozantes y boquiabiertas a las amas de casa.

Con lenguaje nada ortodoxo solía llamar “rata maldita” al sujeto que caía rendido en brazos de la amante renunciando a la mujer y a sus vástagos.

Dicen que eran espectáculos circenses montados, pues los participantes recibían algunos pesos a cambio del despiadado linchamiento. Entrar a esa curia, caer en la boca de la conductora, era estar en el infierno. O muy cerquita de él.

“Cállate, maldito”

“Que pase ese desgraciado”, pedía con exclamaciones vocingleras a un invitado que iba al programa Laura en América a soportar el escarnio de la concurrencia y de la propia Bozzo, más si era pillado con la concubina.

“Pero señorita Laura…” trataba de alegar la víctima inútilmente. “¡Cállate maldito, este es mi programa!”, reprimía ella ungida en juez, con fallos siempre infalibles.

Muchas lágrimas brotaron de madres agraviadas que conmovieron a un público atrapado en el morbo y el absolutismo fenoménico que, antes, emanaban de los medios. Las redes sociales apenas despuntaban.

La turbación se apoderaba de la audiencia si el drama alcanzaba el éxtasis, o llegaba a una resolución alegre, feliz. Ella regalaba a la madre un carrito de hot dog (perrito caliente), o la canasta repleta de caramelos para su subsistencia.

Ese surrealismo avasallante atormentó largo tiempo al pueblo mexicano. Almas errabundas como la de la señora Bozzo, se usaron para hacernos creer que vivíamos en Disneylandia, o en el país de nunca jamás. Los presidentes eran una especie de Peter Pan.

Los peligros del populismo, la avaricia, demagogia e ignorancia ya eran expuestos por Sócrates desde el año 400 a.C.

Resulta intricado cambiar un statu quo que se formó en muchos sexenios de corrupción y concubinatos políticos. Me queda claro que no se hará de la noche a la mañana.

Ejemplos como el de la peruana Bozzo exhibieron a una sociedad inerte, estática, conformista, valemadrista, echada en la modorra. La evolución antropológica que hoy notamos reconforta porque es otra la dinámica social. Se concatena a la vorágine que se da en el mundo. Sólo nos preguntemos: ¿Qué país queremos legar a quienes vienen detrás de nosotros?

Ah, qué chulada

ANTAÑO, caminar de noche las calles de Tuxtla era jugarse la vida. Había de dos: Debido a la oscuridad uno podía caerse de un tropezón y morir desnucado del porrazo. O bien lo asaltaban malandrines. Claro, fue en la etapa de la corrupción institucionalizada.

Le cuento: El gobierno actual implementó novedoso programa de iluminación. A todo Chiapas, abarcando pueblitos más apartados, se llevan luminarias solares de alta calidad tecnológica. Es el esquema más amplio que se haya hecho jamás.

Usted ahorra hasta 50 por ciento en el pago por consumo de luz porque el foquito que dejaba prendido en las noches afuera de su casa, pues ya no es necesario. El hamponcete lo pensará dos veces para actuar. Es una chulada.

Además, esas lámparas ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que equivale a sacar de circulación más de 500 vehículos por año.

Sólo en la capital, en diciembre de 2021, se encendió la lámpara número 36 mil de 40 mil que se instalarán para que la ciudad quede completamente iluminada.

A la fecha, se han invertido cerca de 220 millones de pesos en el suministro e instalación de luminarias LED, ahorradoras de energía y amigables con el medio ambiente, convirtiendo a Tuxtla Gutiérrez en una de las ciudades más iluminada, segura y sustentable del sureste mexicano. Qué tal eso…