Infierno

De Judas a hoy

“Hoy privilegiamos el cuidado del dinero público”. REC

Carlos Enrique y Edgar nacieron en Tuxtepec, Oaxaca, muy cerquita de Chiapas. Eran hermanos. Tuxtepec se ubica en la llamada cuenca del Papaloapan y posee rica producción de caña de azúcar, con ubérrima vegetación.

Carlos tenía 23 y Edgar, 37 años. Carlos ya no pudo conocer a su tercer hijo. Le sobreviven uno de siete y otro de tres. Edgar deja en orfandad a cuatro, de 14, 11, 9, y el más pequeño de un año.

Una mañana Edgar habló con don Facundo Mendoza, padre de ambos. Él y Carlos Enrique se dedicaban a la albañilería. Llevaban tres meses sin trabajo y había hijos, muchos hijos que mantener.

Entonces le soltó, decidido: “Carlos y yo ya hablamos; nos vamos a Estados Unidos”. El corazón de don Facundo parecía salirse del pecho invadido de taquicardia.

Aunque entendía sus motivos, quiso convencerlo para quedarse en el seno familiar. Y todavía le preguntó: ¿”Están seguros de que van a aguantar?”. Edgar le respondió: “Sí, papá. No te preocupes. Lo hacemos por nuestros hijos. Todo va a estar bien”.

Travesía

Alrededor de las cinco de la mañana del 27 de mayo de 2022, los hermanos Mendoza salieron de Tuxtepec para emprender el temible recorrido hacia aquella tierra prometida, ahí en donde Abraham Lincoln abolió la esclavitud y Luther King luchó contra el racismo hasta pagarlo con su vida.

Don Facundo les bendijo. Y los llevó a Santa Cruz, Veracruz, en donde tomaron un camión rumbo a la muerte. Cada uno pagó 7 mil dólares. Juntaron el dinero con grandes esfuerzos. El reto era llegar a Denver, Colorado.

Desde ese 27 Facundo perdió comunicación con ellos. Celulares apagados, directos a buzón y uno quisiera estrangular a esa voz sensual que le dice “su llamada será transferida al buzón”, sobre todo en casos de zozobra y angustia como el que vivía Facundo.

Minutos antes de iniciar el monte calvario, los hermanos se sacaron una selfi en el páramo. Edgar está de gorra y hay dos desconocidos. Al parecer es la “brecha del narco”, en Yuma.

Rehén

El 2 de junio, Facundo recibió esa llamada fatal, que jamás quería escuchar. Al repiqueteo del teléfono los nervios se le pusieron de punta. Sus manos temblorosas. Se volvió, en segundos, rehén del desasosiego. Un presagio fatal lo hizo tiritar.

Le hablaba “el coyote” para decirle que Carlos Enrique, a mitad del desierto de Arizona desistió, por deshidratación. Y lo abandonaron. Edgar no podía dejar sólo a su hermano, así que decidió tampoco seguir la ruta fatídica y se quedó con él.

El traficante todavía le dijo a Facundo: “La ley de la vida es así, ni modos. Aquí, si te quedas, te quedas”.

Carlos y Edgar no supieron cuando la muerte llegó por ellos. Estaban abrazados. Semanas después, una patrulla de frontera que hacía recorridos rutinarios los halló, identificándoles por su INE. Los cadáveres ya estaban en descomposición.

A don Facundo, el consulado de Yuma lo trajo de vuelta en vuelta. No querían informarle y no entiende por qué. Llorando, furioso, suplicando, le reclamó a una chica del otro lado del teléfono: “¡Carajos!, díganme que son ellos, que son mis hijos, por favor. Yo no aguanto más…”

El 9 de agosto de 2022 por fin se informó, oficialmente, que eran Carlos Enrique y Edgar.

Infernal

Hasta antes de enviar este texto a Cuarto Poder, intenté inútilmente comunicarme al consulado de Yuma. Desconozco noticias de la repatriación de los hermanos a su natal, Tuxtepec. Otra historia, una de miles más, que se conjuga a ese infernal sueño americano.

El epílogo no podía ser más doloroso para don Facundo: enterrar a dos hijos, algo antinatura porque en el ciclo de la vida los hijos deben enterrar a sus padres; pagar enorme deuda, más pobreza y lidiar con un sufrimiento el resto de sus días.

Ethos para muchos pueblos, sobre todo del área centroamericana que enfrentan pobreza descomunal, el sueño americano no siempre es fórmula mágica, esa oportunidad que miles buscan.

Según me documenta la organización Fronteras Compasivas, en una ocasión en un solo día murieron 24 mexicanos en su intentona de llegar a Estados Unidos. El anhelo diario del ser humano es ese: la prosperidad, pero atrás también hay tragedias y mitos.

REC, genial…

Si bien la corrupción viene de la Edad Media y el pérfido Judas Iscariote vende a los romanos a su maestro por 30 monedas de plata, no por eso vamos a tolerarla, solaparla o complacernos con ella.

Los gobiernos tienen la obligación moral de combatir esa lacra todos los días. En Chiapas se hace con decisión porque, para ser claros, aquí quedamos hastiados de políticos y gobernantes ladrones del pasado.

El gobernador Escandón estuvo en la presentación del Diagnóstico de la Política Estatal Anticorrupción, el miércoles 17. Ahí, Don Rutilio dijo algo de muchos quilates, una chulada de mensaje:

“Vamos a seguir firmes en el combate a este flagelo que tanto daño le ha hecho al estado y al país. Hoy privilegiamos el cuidado del dinero público”. Genial eso.