Mactumactzá
Crimen organizado
Urge cerrarla
Por su profunda inherencia social, comparto a mis lectores un reportaje redactado con cuidadosa sintaxis publicado ayer aquí en Cuarto Poder, autoría de mi compañero José Ortega.
Con una estructura coherente y concisa, dice tan impecable texto:
“Presuntos estudiantes de la Escuela Normal Rural Mactumactzá, que acudieron al centro de Tuxtla Gutiérrez y provocaron caos, fueron replegados por elementos policiacos antes de que pudieran hacer pintas o desmanes, sumados a destrozos realizados en las instalaciones de la Subsecretaría de Educación Federalizada.
A eso de las 13:00 horas de ayer martes, el grupo de jóvenes (portando los rostros cubiertos) acudió a las instalaciones de la Subsecretaría de Educación Federalizada, en Tuxtla Gutiérrez, en donde causaron algunas destrucciones, incluyendo el derribo del portón principal.
Los jóvenes se presentaron a bordo de una pequeña camioneta de carga de una empresa de frituras que antes habían secuestrado, así como a bordo de una camioneta de color blanco de tres toneladas en la que acostumbran a transportarse.
Tras los desmanes se retiraron, dejando abandonada y con algunos daños la unidad de carga que horas antes habían retenido cerca de las instalaciones de la Escuela Normal Rural Mactumactzá.
Aunque de manera extraoficial, el grupo estudiantil se desmarcó de las afectaciones causadas en el edificio.
Pasado el mediodía de ayer, los jóvenes acudieron al parque central de la capital a bordo de al menos seis camiones de pasajeros, en donde una de las unidades había sido secuestrada durante la tarde-noche del pasado lunes; de acuerdo con los reportes, esta unidad fue tomada mientras transitaba sobre la 9a avenida Sur de la ciudad capital.
Hartazgo social
Con sorpresa, los peatones y conductores vieron cómo los camiones arribaron sobre la avenida central, específicamente en el parque central de la capital, al mismo tiempo que se cuestionaban por qué se les permite hacer este tipo de actos que incluyen vandalismo.
Y algunos más cuestionaron si los jóvenes no han entendido que solo causan daños a los comercios y las personas que habitualmente transitan por esta zona de la ciudad.
Mientras tanto, los comercios del primer cuadro de la ciudad bajaron sus cortinas en espera de que se presentara cualquier agresión.
Tiempo antes de las 13:00 horas, los jóvenes descendieron de los camiones de pasajeros y se dirigieron a los alrededores del Palacio de Gobierno.
Derribaron unas vallas metálicas de seguridad colocadas en el perímetro del parque como medida de protección a los adornos alusivos de diciembre y que en conjunto conforman una villa navideña.
Ahí, elementos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del Estado (SSyPC) aplicaron el Protocolo para Mantener el Orden en el centro de Tuxtla Gutiérrez.
Con total respeto a los derechos humanos y con la finalidad de garantizar el orden y el libre tránsito, policías estatales hicieron presencia disuasiva y replegaron al grupo que realizaba actos vandálicos y bloqueaba la vialidad”.
Mis datos
Nacida en febrero de 1931, la normal rural Mactumactzá perdió sus orígenes hasta convertirse en un campo de guerrilla. Nosotros sufrimos las consecuencias.
¿Por qué se tapan el rostro con pasamontañas cuando toman y bloquean calles citadinas? Sólo los asaltabancos ocultan sus rostros al amparo de la cobardía e ilegalidad.
Aunque no siempre fue así, hoy en sus aulas no hay estudiantes, sino terroristas que han capitalizado ideas revolucionarias para la impunidad y el chantaje. Hablan del Ché Guevara o de Marx, pero, estoy seguro, desconocen quiénes fueron.
Son los peores “alumnos” del mundo, con calificaciones infames que los ha llevado a exigir plazas magisteriales automáticas teniendo promedios de seis.
Burros, les diríamos en la expresión popular. Eso sí, expertos en fabricar bombas molotov que lanzan a la policía con implacable sevicia.
Cada normalista de la Mactumactzá recibe más de 73 mil pesos en diversos apoyos, aparte la beca “Benito Juárez” por un monto de 4 mil 400 pesos bimestrales y otros beneficios.
Es decir, les pagamos para “estudiar”.
En 2022, el presupuesto a dicha normal aumentó arriba de 4 millones de pesos. Aparte, anualmente el gobierno les otorga 800 mil pesos para celebrar el “día del estudiante”. Son tres días de alcohol.
¿Cerrarla?
La iniciativa privada, sector primario cuya fortaleza genera en gran parte el PIB local, ha reclamado múltiples veces el cierre de ese cuartel gansteril por las millonarias pérdidas y saqueos que sufre.
A esa exigencia se ha sumado la sociedad porque llegamos al hartazgo de abusos y atropellos del crimen organizado que representan “los normalistas”.
El ciclo metabólico en la Mactumactzá nos obliga a considerar una reingeniería total para volverla a sus principios, ahora bajo control de un gobierno interno que se caracteriza por un trastorno de oposición desafiante.