Celos mortales

¿Crimen perfecto?

Lucía, su muerte

Profecías lúgubres

El esqueleto de la Sra. Morales…

Gloria es una mujer amargada y católica fanática, como la mayoría en esa época sesentera, aquella del milagro mexicano y momento idílico. Qué iban a pensar nuestros padres y abuelos de la inflación o de que el sueldo no alcanzaría para nada.

Bonita y de cuerpo hermoso, Gloria vive atrapada en sus complejos quizá por un problema de rodilla que padece. Es irascible y quisquillosa, con trastorno impulsivo intermitente. En un tris puede pasar de agresiones verbales a conductas violentas. Siempre viste de negro y cubre su cabeza con una mantilla del mismo color.

Con sus vecinos, amistades o la iglesia muestra otra faceta: la de una mujer bondadosa, de altos principios morales. Por eso es respetada y querida.

En su hogar Gloria desata el infierno, aunque su recámara está llena de veladoras, estatuas e imágenes religiosas. Antes de dormir se persigna frente a ellas. Les reza.

El esposo

Pablo, su esposo, es lo opuesto. Pese a su masculinidad, se trata de un hombre dulce, optimista, educado, sumamente inteligente, ama a los niños y, a veces, se echa sus tragos con uno que otro amigo en la cantina del pueblo. Suele acariciar a los perritos del barrio.

Tiene un trabajo no muy ortodoxo pues se dedica a la taxidermia y eso causa repugnancia a Gloria, quien no le permite consumar relaciones íntimas. Un día él quiere abrazarla.

Entonces, ella expresa un profundo sentimiento de antipatía cuando le dice: “Lávate las manos con alcohol”. La psicología moderna llama esa actitud “Síndrome de repulsión súbita”.

Bebedizo

Cansado de la situación, Pablo decide matar a su mujer envenenándola en un crimen que estudió con antelación. Están cenando en la mesa de la sala. Gloria toma el bebedizo. El oficio de Pablo facilita las cosas.

En el pueblo sospechan de Pablo por la imagen de mujer impoluta que existe de Gloria. Lo detiene la policía. Es absuelto al no hallar pruebas en su contra. Hasta ahí parece que el plan salió impecable, incluso Pablo confiesa al cura local que fue él quien mató a Gloria. 

El cura, amigo íntimo de Gloria, casi enloquece de furia, pero el sigilo sacramental le impide hablar a la policía.

Pablo decide celebrar e invita a sus cuates a una borrachera. Comete un error mortal: se olvida en dónde guardó la botella con el vino envenenado que dio a Gloria. Va a la alacena y bebe precisamente de esa botella. Pablo también muere.

Le he resumido a usted la película El esqueleto de la señora Morales, protagonizada por Amparo Rivelles y Arturo de Córdova, una adaptación del cuento “El misterio de Islington”, del escritor Arthur Machen, especializado en libros de terror.

De esta película, que yo he visto varias veces, se desprenden dos grandes aspectos: Uno, no hay crimen perfecto. 

Dos, lamentablemente el feminicidio ocurre desde viejos tiempos, se invisibilizó y solo entró a la discusión jurídica, política y social a raíz de “las muertas de Juárez”, al despuntar los años noventa.

Lucía, su crimen

Viernes 3 de septiembre. 2021. El cuerpo sin vida de la joven Lucía es hallado en una posada ubicada en la calle Francisco Contreras, del centro de Pichucalco, Chiapas. Robo, el móvil.

El crimen de Lucía consternó a Pichucalco. Su cadáver estaba dentro de una caja de cartón.

Horas después, elementos de la Fiscalía Contra Homicidio y Feminicidio, en coordinación con la Fiscalía de Distrito Norte, capturaron a Jesús Manuel “N” y Sandra “N”, presuntos implicados en el feminicidio.

Semanas después, el juez adscrito a la Región Tres resolvió e impuso una pena de 50 años de prisión y pago de multa, así como reparación del daño, a los asesinos de Lucía.

“Que se haga justicia, aunque se caiga el cielo”…

El Armagedón

El pastor evangélico Gilberto Díaz Pérez no le hace daño a nadie. Eso sí, Biblia en mano, salía a predicar la palabra de Dios casa por casa anunciando El Armagedón que, bien sabemos, aparece en Apocalipsis y se refiere al fin del mundo.

Las homilías del misionero Gilberto se volvieron obstinadas ocasionando indignación a los vecinos de la comunidad Berlín, municipio de Simojovel, rico productor de ámbar exótico y donde un 90 por ciento practica el catolicismo.

Un día, decenas de pobladores se organizaron para retener al mensajero de la iglesia presbiteriana, a quien amarraron y amenazaron con prenderle fuego fastidiados de sus profecías lúgubres.

Autoridades gubernamentales del más alto nivel tomaron el caso en sus manos apoyadas por dirigentes de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, encabezados por Julián Hernández Moreno. Tras un difícil proceso de negociación, el pastor regresó a casa.

¿Cuál es la moraleja de este hecho? “Mi libertad se termina donde empieza la de los demás”, dijo el filósofo Jean-Paul Sartre y es una máxima que, aplicada correctamente, nos permite vivir sin conflictos con nuestros semejantes.

Felix sit...