Intentar comprender a Trump siempre es un reto. Tras más de ocho años, sin embargo, contamos con antecedentes. Nossel plantea que Trump está aprendiendo geopolítica en tiempo real. Basta escuchar sus declaraciones en la ONU o revisar los resultados de sus tácticas: desde la guerra comercial hasta las negociaciones de inversión y tecnología, o sus gestiones de paz. Algunos casos muestran éxito, pero en muchos otros Trump se ha topado con la pared de la realidad.
La pregunta es si esto significa que no ha calculado correctamente y sigue aprendiendo en tiempo real, o si, más bien, en su mundo —marcado más por percepciones que por resultados materiales— lo relevante no es evaluar los resultados, sino experimentar su efecto comunicativo y el impacto sobre sus contrapartes. Probablemente, se trata de una mezcla de ambos. Veamos:
1. Gran parte de lo que hoy vemos ya había sido planteado por Trump en su gestión previa: abandono del TPP y del acuerdo climático de París, salida del acuerdo nuclear con Irán, amenaza de retirarse del TLCAN, ataques a Siria, amenazas y bombardeos a ISIS, asesinato de Soleimani y la guerra comercial con China. También quiso actuar en asuntos que su gabinete contuvo: designar cárteles como organizaciones terroristas, enviar misiles a laboratorios de droga, o intervenir en Venezuela.
2. Entre 2017 y 2021, Trump ya concibió el poder estadounidense como herramienta de presión para avanzar intereses y, sobre todo, como instrumento de comunicación: proyectar determinación, persuadir a audiencias internas y externas, y empujar a sus contrapartes a negociar o modificar su conducta.
3. No todo produjo los resultados que deseaba. Ejemplos: las negociaciones con Kim Jong-un colapsaron; Irán endureció su postura y fortaleció a sus aliados regionales. Con China, el acuerdo de “fase 1” fue incumplido y la rivalidad escaló. El terrorismo, pese a bombardeos, siguió siendo una amenaza. Pero en su mundo eso no lo hacía ineficaz pues Trump consiguió llevar las percepciones hacia donde quería. Según él, sus amenazas a Kim lo forzaron a negociar y su presión acorraló a Irán. Los posteriores problemas, dice, fueron errores de Biden. China ya había cedido, pero la debilidad de Biden reforzó a Beijing; la misma debilidad habría permitido la invasión rusa a Ucrania. “Si yo hubiese sido presidente, nada de esto habría ocurrido”, repite.
4. En esta narrativa, Trump regresa para reparar lo que otros descompusieron y devolver a Estados Unidos la dignidad y el respeto perdidos. Sus medidas, según él, obligaron a decenas de países a renegociar con Washington; sus acciones de fuerza doblegaron a muchos; y sus “buenos oficios” habrían “resuelto siete guerras”.
5. Es difícil saber si, en los casos en donde Trump no ha tenido éxito, falló al calcular por ejemplo la respuesta china, la negativa rusa a ceder, o si fue el empoderamiento de Netanyahu lo que frustró sus esfuerzos. Lo cierto es que estos ejemplos parecen sostener la idea de que Trump se topó con la realidad geopolítica global. Sin embargo, a Trump no le faltaba información ni advertencias. Abundaban reportes anticipando las reacciones de Putin, Xi Jinping o Kim Jong-un.
6. Quizá lo que sucede tiene más que ver con la historia que Trump cuenta. En su discurso, él no se percibe como causante del desastre, sino como quien lo intenta contener. Si Ucrania, Gaza o China no avanzan como quisiera, la responsabilidad no es suya sino de otros actores que le heredaron situaciones irresolubles. En esta narrativa, él es facilitador, negociador, hacedor de paz; los fracasos no le corresponden.
En otras palabras: ¿Quién está aprendiendo qué en tiempo real? ¿Trump sobre geopolítica, o todos los demás sobre Trump?