Qué debemos decir de la alarmante popularidad, principalmente entre los jóvenes, cuando comparan el cigarrillo convencional con el cigarrillo electrónico, comúnmente conocido como vapeador.
Este último ha transformado el concepto del consumo de nicotina en los últimos años, al considerarlo una alternativa menos dañina que el tabaco tradicional, lo cual nos lleva a hacer aclaraciones e intensificar un debate sobre la salud pública en este punto.
El vapeador es un simulador del cigarrillo que, en lugar de quemar tabaco, incinera otras sustancias y productos químicos. Suelen quemarse dentro del dispositivo soluciones líquidas como el propilenglicol, nicotina, glicerina, aromas y saborizantes.
Los compuestos para vaporizar la nicotina y los sabores se transforman en sustancias tóxicas. Luego entonces, el vapeador es un dispositivo electrónico que calienta un líquido o jugo de vapeo y crea un aerosol que el usuario inhala, el cual, contrario a la idea popular de que se trata solo de “vapor de agua”, este compuesto contiene una mezcla de elementos químicos cancerígenos y puede contener nicotina.
Dichas sustancias, principalmente la nicotina, a menudo en altas concentraciones, acompañadas de propilenglicol, son altamente adictivas y perjudiciales para el cerebro del adolescente, ya que puede afectar su atención, aprendizaje y el control de sus impulsos.
También, como hemos señalado, el aerosol contiene sustancias como aldehídos y metales pesados, entre estos, el plomo, níquel y estaño; todos estos tendientes a producir enfermedades pulmonares graves, incluso, la denominada lesión pulmonar asociada al vapeo.
El vapeo con y sin nicotina causa inflamación del tejido pulmonar, lo que puede desencadenar enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), cáncer y disminución de las funciones inmunológicas encargadas de combatir infecciones respiratorias.
También produce efectos cardiovasculares como alteraciones en el ritmo cardíaco, la presión arterial, la circulación del área cerebral y del corazón.
El consumo de vapeadores en México ha crecido considerablemente a pesar de las restricciones. La múltiple cantidad de sabores disponibles que enmascaran las sustancias tóxicas, se promocionan activamente en redes sociales como TikTok, Instagram, Facebook, entre otras.
La Cofepris no avala su uso terapéutico a partir de una larga y profunda investigación.
En tanto el consumo de tabaco tradicional entre la población joven disminuye, el uso de vapeadores crece en forma acelerada y se convierte en una nueva amenaza para la salud pública. La OMS la considera hoy como una “epidemia química” y destaca como edad de inicio los 10 años de edad.
En México, una de cada 5 personas entre los 13 y 24 años ha probado los cigarrillos electrónicos, que son, además, dispositivos visualmente atractivos para su adquisición y uso entre niñas, niños y adolescentes.
Se busca fortalecer los esfuerzos del Estado para elevar esta prohibición a rango constitucional. En los próximos días se espera que ambas cámaras legislativas retomen la reforma al respecto, a fin de turnarla a los congresos estatales para su ratificación. De esta manera la prohibición se implementará a nivel nacional con las sanciones correspondientes para quien la infrinja.
Los vapeadores están lejos de ser la solución innovadora para combatir el tabaquismo, toda vez que se trata de un producto de consumo que genera una fuerte adicción, y presenta daños significativos y comprobados para la salud.
Representan riesgos físicos, que tienen un impacto psicológico. El fenómeno del vapeo está lejos de ser la alternativa segura que alguna vez se promocionó.
Hacemos un llamado muy atento a nuestros amigos diputados locales y federales para atender y actuar en este campo, cuyos elementos fundamentales procuramos haber expuesto aquí con suficiencia y claridad.








