Todas aquellas conductas o sustancias que en un primer momento nos proporcionan placer o reducen la sensación de malestar tienen el potencial de despertar en nosotros una adicción, es decir, una imperiosa necesidad de recurrir a ellas.
El uso de las redes sociales no es la excepción. Desde hace varios años se ha visto que estas poseen una enorme capacidad adictiva, sobre todo entre los adolescentes y jóvenes.
“Al igual que el tabaco, el alcohol o la cocaína, el hecho de entablar relaciones virtuales con otros usuarios que comparten nuestros gustos o intereses, sumar más seguidores a nuestras cuentas de Facebook, Instagram, TikTok, Twitter y recibir likes por lo que publicamos, ayuda a sentirnos menos mal o, de plano, muy bien, felices. Sin embargo, al igual que el tabaco, el alcohol o la cocaína, el uso intensivo y descontrolado de las redes sociales puede causarnos graves problemas”, dice Luis Carlos Faudoa Mendoza, académico de la UNAM.
Los hábitos nos permiten ser constantes y productivos en nuestras tareas cotidianas. Pero, de acuerdo con Faudoa Mendoza, si alguien adopta un hábito y lo lleva al extremo, podrá predominar en su vida y afirmarse que se ha convertido en una adicción.
“En el caso de las redes sociales, esto se manifiesta mediante pensamientos recurrentes. Por ejemplo, una persona puede estar en la escuela, el trabajo o una función de cine con sus amigos, y no dejar de pensar en que lo único que desea es ver su cuenta de Facebook, Instagram, TikTok o Twitter. En una fase posterior, poco a poco desplazará las otras actividades que antes le proporcionaban placer o satisfacción”, añade.
Otra característica de la adicción a las redes sociales es el malestar que la persona experimenta cuando, por una u otra razón o circunstancia, no puede acceder a ellas.
“Es algo así como un síndrome de abstinencia. La persona puede sentirse triste y ansiosa, enojarse con más facilidad y, por lo tanto, padecer también taquicardia, respiración agitada y fatiga. Asimismo, al centrar toda su atención en las redes sociales, es posible que sufra una alteración en sus horarios de alimentación y sueño, que dé lugar a la aparición de una comorbilidad, un trastorno de ansiedad o una depresión”.