¡Ahí viene!

¡Ahí viene! La catástrofe educativa. Parece que apenas la semana pasada se cayó en la cuenta de que ya se lleva un año sin clases presenciales, un año en el que millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes no pueden acudir a clases en sus escuelas. Por eso a la crisis de salud y de empleo se debe agregar la catástrofe educativa.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) realizó una “Encuesta para la Medición del Impacto covid-19 en la Educación (Ecovid-Ed) 2020”, a fin de conocer el impacto de la cancelación provisional de clases presenciales durante la pandemia. El estudio fue enfocado a estudiantes que tienen entre 3 a 29 años. Del estudio, resalto algunos datos:

1. 1.8 millones de estudiantes no continuaron con sus estudios o desertaron debido a la pandemia por la covid-19 o debido a la falta de recursos económicos.

2. De los encuestados, el 55.7% de los estudiantes en educación superior uso? la computadora portátil como herramienta para recibir clases, mientras que 70.2% de los alumnos de primaria utilizo? un celular inteligente.

3. 58.3% de los encuestados opina que a distancia no se aprende o se aprende menos que de manera presencial. Más de la cuarta parte señala que es muy difícil el seguimiento del aprendizaje y que se complica más por la falta de capacidad técnica o habilidad pedagógica de padres o tutores para transmitir los conocimientos.

Una reflexión rápida permite explicar esos tres puntos: ¿por qué va a continuar en un curso un niño o una niña que no tiene acceso a internet, o que no sabe si lo tiene por la falta de dispositivos electrónicos que le permitan conectarse? ¿Hay alguien que crea que un niño de primaria puede seguir adecuadamente una clase a distancia a través de un celular? ¿Una madre o un padre de familia estaba preparado para apoyar durante las clases a sus hijos o un maestro para impartir una clase como si fuera presencial?

Se puede dar muchas explicaciones a estos números de deserción escolar y al deterioro del aprendizaje, lo que es increíble es la falta de respuesta del gobierno. Estos datos demuestran lo desarmados que se está como país: sin recursos económicos, porque el partido-gobierno de Morena no aumentó ni un peso al presupuesto de educación para este ciclo escolar; sin planeación alguna que permita hacer una intervención efectiva en las escuelas y tomar decisiones al respecto; sin infraestructura tecnológica para el internet y para plataformas digitales; sin la elaboración de proyectos que permita revisar los modelos híbridos o combinados para acceder con protocolos especiales a las clases presenciales y sin diagnóstico adecuado. En fin, lo que hay son sólo algunos datos que ni siquiera se ha tomado en cuenta, por ejemplo, la realidad de los estudiantes con discapacidad.

Hay mucho que decir sobre lo que no se hizo, pero la urgencia obliga a mirar hacia el futuro, un futuro que parece sombrío y que se tiene que cambiar.

Depende de cada uno de nosotros cómo enfrentar la catástrofe educativa que “ahí viene”. Ante la ausencia de políticas gubernamentales que le hagan frente a esta situación, corresponde a la población escuchar a los expertos y promover cambios y programas que la hagan menos ominosa y que permitan rescatar la formación de los jóvenes que habrán de heredar este país.