Al rescate de crianza de gusanos de seda
Dependiendo de la complejidad, el precio de las prendas oscila entre mil 800 y siete mil pesos. El Universal

Bienhi es la palabra en zapoteco para “nuevo amanecer” y es la motivación que artesanas de la comunidad de San Miguel Cajonos encontraron para rescatar la producción de textiles de seda, a fin de evitar la migración y generar empleos para mejorar la calidad de vida de la comunidad.

En San Miguel, agencia del municipio de San Francisco Cajonos, apenas rebasan los 300 habitantes. En la localidad el nivel promedio de educación es el básico, de acuerdo con el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (Inafed), debido a que en el municipio no hay escuelas secundarias, sólo dos primarias y dos preescolares.

Aunque la gente en edad laboral se dedica a la construcción o al campo, el municipio subsiste gracias a las remesas que envían los pobladores que emigraron a Estados Unidos.

Natividad Estela Zárate López, integrante de la organización Bienhi, asegura que en la cooperativa encontraron “la luz de un nuevo día”, ya que en el pueblo hace 34 años escaseaba el trabajo e incluso familias enteras huyeron para mejorar sus condiciones.

“Habían desaparecido todas las técnicas y el conocimiento sobre el trabajo de la seda, tanto el tejido como el teñido de textiles”, señala Estela, quien explica que décadas antes, familias de esta comunidad de la Sierra norte se dedicaban a la crianza del gusano de seda, pero con el tiempo la actividad fue desapareciendo.

Ante ese escenario, en 1985 unas 45 mujeres del pueblo se organizaron para conseguir gusanos de seda criollos, que sirvieran para iniciar un pequeño proyecto de producción. Así fue como nació el colectivo Bienhi, cuyas integrantes después decidieron enfocarse al rescate de la seda.

Primero empezaron a producir gusanos y resguardarlos en las casas de las integrantes del grupo, quienes poco a poco fueron aprendiendo sobre los cuidados de estos animales.

Actualmente, Bienhi se conforma de 10 integrantes, pero emplea a una veintena de personas de la comunidad de forma indirecta, quienes colaboran con la recolección de hojas de morera para la crianza de gusanos, así como tejiendo algunas piezas.

El proceso

Hace décadas, cuando las abuelas de San Miguel Cajonos criaban gusanos, se pensaba que requerían de pocos cuidados; sin embargo, había supersticiones que no podían ignorarse durante el proceso.

“No los podían ver las embarazadas, las personas enfermas o algún desconocido, ni tomarle fotografías, pues se creía que se morían”, comenta Estela.

El gusano se alimenta de hojas de morera y, para garantizar la crianza, Bienhi cuenta con tres hectáreas de esta especie de árboles. Otros ejemplares fueron entregados a familias de la comunidad para su cuidado y ahora venden las hojas al colectivo. A pesar de ello, la producción no está asegurada, ya que en ocasiones el clima afecta el proceso.

Como parte del camino recorrido, en 2005 la organización obtuvo su constitución oficial y pudo recurrir a recursos gubernamentales con los que construyó un taller y accedió a capacitaciones para mejorar la crianza. Además, comenzó a producir seda de “gusanos mejorados”, cuyos primeros ejemplares le fueron entregados a través de un apoyo federal.

Técnicas tradicionales

El siguiente paso de la seda para estas mujeres fue ir más allá de la crianza de gusanos, así que el grupo acordó retomar técnicas tradicionales de tejido en malacate, telar de pedal y telar de cintura, así como teñido de hilos con colorantes naturales, como añil y grana cochinilla. No sólo criarían los gusanos, también emplearían su seda para elaborar sus propios textiles, principalmente rebozos tradicionales. Estela dice que no consideraban que la modernidad les jugaría en contra, pues actualmente casi nadie usa rebozos, por lo que tuvieron que innovar y producir otras prendas, como bufandas, blusas, gargantillas y huipiles.

Para elaborar las prendas, el trabajo es totalmente artesanal y requiere de hasta tres meses para terminarse. Dependiendo de la complejidad, el precio de las prendas oscila entre mil 800 y siete mil pesos. Actualmente, el taller produce al mes una docena de rebozos, una de chalinas y una de bufandas.