Alfarería, oficio que se extingue en Puebla
Es probable que las primeras piezas de alfarería en Mesoamérica se hicieran en el valle de Tehuacán, Puebla. Notimex

Los alfareros que por varios años le dieron fama al Barrio de la Luz, en Puebla, hoy ven como poco a poco se apaga este oficio que se resiste a extinguirse por completo; y tal como el ave Fénix luchó por resurgir entre las cenizas, los alfareros buscan levantarse entre barro y hornos.

En la calle Juan de Palafox y Mendoza número 1403, del Barrio de la Luz de Puebla, se encuentra uno de los pocos talleres de alfarería que se mantienen en activo, donde todos los días, a partir de las 6 de la mañana, se encuentran hombres sencillos pero trabajadores que ponen el corazón y esperanza en cada modelado de las piezas.

En entrevista, Genaro López García explica que este taller también es la sede del Centro Alfarero del Barrio de la Luz, el cual se integra por 15 cabezas de familia, de las 25 que eran cuando se formaron hace poco más de 10 años.

A sus 56 años de edad, con la experiencia que adquirió en este oficio que conoce desde los seis años, de la mano de su abuelo y de su padre, tiene la autoridad para señalar que el encarecimiento de las materias primas, la prohibición del esmaltado con plomo o la poca información de los compradores, así como el desinterés de las nuevas generaciones por continuar este oficio, han hecho que los alfareros busquen otra manera de llevar el sustento a sus casas.

Conforme avanza la plática, nos guía por los diferentes procesos que se llevan a cabo para elaborar cada una de las piezas de barro que al final esperan en el patio del taller a que lleguen los clientes y se las lleven, principalmente cazuelas, atoleras, mezcaleras, vajillas, jarros, candeleros, sahumerios y trabajos especiales en barro para restaurantes, recuerdos o eventos especiales.

En la entrada del inmueble encontramos el elemento protagonista, costales de barro proveniente del municipio poblano de Amozoc, listo para ser preparado por Víctor Manuel López García, uno de los once hermanos que tiene el señor Genaro, y uno de los pocos que quedan en el taller, ya que los demás parientes decidieron emplearse en trabajos con mejor remuneración.

Al respecto, don Víctor relató que su jornada comienza a las 6 de la mañana y termina a las 8 de la noche, de lunes a sábado, igual que las siete familias que ahí se emplean ganando en promedio cerca de 200 pesos diarios.

Señaló que esta cantidad que disminuye durante la temporada baja que comprende de julio a septiembre, en primer lugar por la temporada de lluvias que atrasan el secado de las piezas, y también por las bajas ventas porque las clientes ahorran para inscripciones, útiles escolares y uniformes.

La preparación del barro consiste en mezclarlo con agua y pisarlo para formar una pasta, dice que entre más pisado esté, se logran mejores piezas.

Listo el barro pasa al torno, de pie o de energía eléctrica, donde los alfareros no solo ponen las manos a la obra, sino también el corazón, la pasión, la paciencia y creatividad en cada pieza.

Después del modelado en el torno, las piezas se colocan de manera ordenada sobre las tarimas hasta que se sequen por completo, ya que meterlas al horno (de leña o gas) cuando aún no están del todo secas se corre el riesgo que se rompan, deformen o truenen en el horno, lo que representaría una pérdida total de inversión, material y tiempo.

Cada pieza pasa por dos etapas de cocimiento. En el primer cocimiento el horno puede alcanzar una temperatura superior a los 800 grados; después pasa a la greta (óxido de plomo) para el esmaltado, el cual también puede ser esmaltado de vidrio, y nuevamente se introduce al horno para el segundo cocimiento, el cual logra los mil 100 grados.

Una vez que las piezas salen del horno pasan al patio del taller o se exhiben sobre las banquetas de algunas fachadas en el barrio, donde lucen ollas de barro en gran tamaño; esas que se observan en los tianguis o mercados donde se preparan los moles. Las hay desde 1 kilo hasta 65 kilos con un costo de mil 300 pesos; y que en ocasiones los clientes regatean hasta en 800 pesos.

Genaro López subrayó que los clientes que acuden a este taller pueden tener toda la seguridad que sus piezas cumplen con todas las Normas Oficial Mexicanas y son seguras para la preparación de sus alimentos o bebidas.

En ese sentido, destacó que el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, desde 1994 ha dado especial atención al sector alfarero productor de cerámica vidriada mediante el Programa Nacional para la Adopción de Esmalte Libre de Plomo.

El principal objetivo es la regulación de estándares que aseguren el proceso productivo y se cumplan las normas oficiales mexicanas e internacionales en materia de solubilidad de plomo y cadmio.

El sílice y la greta (óxido de plomo), son minerales que deben de mezclarse con agua antes de su aplicación. Se pueden agregar otros materiales para pigmentar el vidriado, según las características que busque el alfarero.