En las sillas para el ejercicio del poder en 35 países de América en 2020 solo hay tres mujeres presidentas o primeras ministras frente a 32 hombres: Jeanine Áñez, en Bolivia; Mia Amor Mottley, en Barbados; y Paula Mae-Weekes, en Trinidad y Tobago.
Esta última asumió como gobernante en marzo de 2018 y Mottley comenzó en mayo de 2018 a ejercer como primera ministra.
Áñez se convirtió en la más nueva integrante de un club de solo otras 18 mujeres, porque juró como interina en noviembre de 2019 por la renuncia de Evo Morales, debido a la turbulencia electoral que estalló en octubre del año pasado en Bolivia.
Elizabeth Warren se retiró hace dos días de la carrera por la candidatura del Partido Demócrata para liderar la Casa Blanca.
“El siglo XX fue el de las mujeres por los enormes avances de las luchas feministas. Por eso, hay una reacción masculina de atrincherarse en los sitios que tradicionalmente han sido ocupados por los hombres, como los de la política.
“Las mujeres han sido históricamente excluidas del espacio público y, en particular, de la política desde las antiguas Grecia y Roma”, explicó la peruana-costarricense María Florez-Estrada, investigadora del Centro de Investigaciones en Identidad y Cultura Latinoamericana de la (estatal) Universidad de Costa Rica.
Como sus predecesoras americanas, Áñez, Mae-Weekes y Mottley ejercen en la soledad de un tempestuoso escenario político continental comandado por hombres. Por ello, el club solo tiene esas sillas.
Podemos decir que, con respecto al pasado, hay avance en la presencia política femenina, expuso la italiana Annalisa Melandri, de la (no estatal) Comisión Nacional de Derechos Humanos de República Dominicana. Al precisar que hay ocho vicepresidentas (Argentina, Costa Rica, Colombia, Perú (no ejerce), Venezuela, Nicaragua, República Dominicana y Uruguay) como muestra de progreso, advirtió que todo depende de las clases sociales.