A medio camino de la recomposición del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Río de Janeiro, cuyo acervo fue consumido en 2018 por un incendio, Brasil se enfrenta a otro golpe a su patrimonio: el 8 de enero, bolsonaristas radicales causaron disturbios y daños en el Palacio de Planalto, en el Congreso Nacional y en la Corte Suprema, sedes de los tres poderes del país ubicadas en Brasilia, ciudad con declaratoria de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Miles de seguidores del expresidente Jair Bolsonaro se dieron cita en los edificios de mármol blanco, diseñados por el arquitecto brasileño y ganador del Premio Pritzker, Oscar Niemeyer, y con la planeación del urbanista Lúcio Costa. El asalto fue un intento de golpe contra el gobierno del presidente reelecto, Luiz Inácio Lula da Silva.
Los disturbios duraron cuatro horas, tiempo suficiente para dejar daños que iban más allá de pintas y vidrios rotos.
El Instituto Nacional de Historia y Patrimonio Artístico (IPHAN, por sus siglas en portugués), realizó un reporte preliminar en el que contabiliza los daños al conjunto arquitectónico moderno.
En ese documento se describen afectaciones como vidrios, mármoles y pisos de granito rotos, marcas de fuego en alfombras, paredes, puertas y muebles.
Además de robo de cámaras de seguridad y de medallas que se exhibían en vitrinas; hasta baños rotos, cortinas arrancadas, daños en madera, remoción de asientos, muebles destruidos, etcétera.
Aunque aún es difícil tener una cifra cerrada sobre el costo de las restauraciones, el gobierno brasileño ya planea tomar los fondos del Ministerio de Cultura, del fondo de emergencia que pone a disposición la Unesco, donaciones de empresas privadas, del embargo y multas a personas y empresas que se encuentren culpables por los hechos.