Cambio climático, el mundo en emergencia

La salud del planeta se deteriora a marchas forzadas, pero las sucesivas cumbres sobre el cambio climático siguen arrojando resultados a cuenta gotas y, en cualquier caso, insuficientes para detener el calentamiento global en el medio plazo. Es lo que sucedió una vez más en noviembre de 2021, con ocasión de la celebración de la COP26 en la ciudad escocesa de Glasgow y cuyas conclusiones generaron lecturas contrapuestas.

Mientras jefes de gobierno y altas autoridades valoraban positivamente los tímidos avances logrados en la cumbre, las organizaciones ecologistas más batalladoras consideraban que sus resultados suponían un retroceso para la lucha climática, ya que estuvieron faltos de ambición y fueron sumisos. En esta misma línea se manifestó el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, al asegurar que en Glasgow se dio un paso importante, pero limitado.

“Nuestro frágil planeta pende de un hilo. Seguimos tocando la puerta de la catástrofe climática. Es hora de entrar en modo de emergencia o nuestra posibilidad de alcanzar las cero emisiones netas será, prácticamente, nula”, advirtió.

Hubo otras reacciones más complacientes hacia el documento final de la Cumbre que reconoce que limitar el calentamiento a 1.5 ºC para finales de siglo requiere de reducciones rápidas, profundas y sostenidas de emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), incluido un recorte de emisiones de dióxido de carbono del 45 % para 2030, en relación al nivel de 2010.

Ello fue valorado positivamente por distintos líderes políticos y activistas que remarcaron el hecho de que por primera vez en una COP se mencionaba la necesidad de eliminar el carbón y los subvenciones a los combustibles fósiles, a pesar de que las presiones de China e India, los principales productores de carbón a nivel mundial, obligaron a una redacción más laxa del acuerdo. Al final, se signó una reducción progresiva de la energía de carbón y la eliminación gradual de los subsidios ineficientes, pero sin fijar porcentajes ni establecer plazos ineludibles.

En un intento de aglutinar voluntades, la COP26 volvió a solicitar a los países más contaminantes del mundo: China, Estados Unidos, Reino Unido, los socios de la Unión Europea (UE), India, Rusia y Japón, que actualicen a más tardar el año entrante sus metas de reducción de GEI para 2030, con el objetivo de diseñar una hoja de ruta, algo que los más optimistas interpretan como un paso significativo hacia la descongestión del planeta.

Más allá de estos pequeños logros, el encuentro de Glasgow dejó importantes cabos por amarrar, ya que en el rubro de los mercados de carbono permite aumentar las emisiones y abre la puerta a nuevos mecanismos comerciales, lo que supone una amenaza para los países y comunidades que ya están viviendo los peores impactos de la crisis climática. Sectores influyentes de países avanzados, como Estados Unidos, obstaculizan que se produzcan progresos más tangibles en la lucha contra el cambio climático con el argumento de que las iniciativas proambientales demasiado drásticas serían lesivas para cientos de miles de trabajadores, además de que debilitarían la actividad de ciertos sectores como la industria automovilística y la explotación de carbón.