Datos de National Geographic España indican que cada año se producen entre siete mil y 10 mil millones de toneladas de residuos en todo el mundo, de los que entre 300 y 500 millones son residuos peligrosos. La mayoría de estos materiales acabará en los océanos, en donde estima que existen más de 140 millones de toneladas de fragmentos de plástico. En México, el Gobierno Federal publicó que se producen cerca de 44.6 millones de toneladas de residuos urbanos al año.
La Cumbre Mundial de Economía Circular —convocada por la municipalidad de Córdoba, Argentina— ha sentado las bases para llevar a cabo un diálogo incluyente y el intercambio de mejores prácticas sobre gestión ambiental y sostenibilidad.
Además la municipalidad de Córdoba, a través de la Secretaría de Gestión Ambiental y Sostenibilidad, dio a conocer su trabajo para transformar sus políticas hacia la reducción de residuos sólidos, la generación de empleos verdes y la transición hacia un nuevo modelo de producción y consumo de la mano de la ciudadanía.
En materia regulatoria destacó la experiencia de Ecuador, en donde se crearon el Libro Blanco de la Economía Circular y la Ley Orgánica de Economía Circular Inclusiva, que tienen por objeto implementar principios de ecodiseño, producción y consumo sostenibles, disminuir la generación de residuos, fomentar la gestión integral e inclusiva de residuos.
Si bien la investigación y la innovación han avanzado hacia procesos más eficientes que permiten la reutilización de algunos residuos, la crisis ambiental está lejos de una solución. Por ejemplo, por cada tonelada de plástico que se recicla, se producen 20 toneladas más.
Es urgente que los gobiernos lideren soluciones para frenar la contaminación, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático e incluso sus consecuencias en la salud pública.
Los gobiernos tienen que diseñar instrumentos de planeación a partir de un diagnóstico (que considere la vocación de cada región, el agua y energía disponible, etc.) y la definición de objetivos, estrategias y financiamiento que coloquen a las personas y al planeta al centro de las decisiones.
El liderazgo político debe convocar a todos los actores a implementar y trabajar en una misma ruta que modifique nuestros patrones de consumo y producción no solo hacia la reutilización de los residuos, sino incluso a un cambio cultural de mayor responsabilidad y menor generación de residuos.
Mientras los gobiernos avanzan en esa ruta, los ciudadanos pueden modificar sus hábitos: reducir el consumo de agua y energía, utilizar más productos sólidos en lugar de envases de plástico, elegir las presentaciones cero residuos, no usar plásticos de un solo uso, separar y reciclar la basura, entre muchas otros.
Es su decisión: ser la generación que salva al planeta o aquella que lo condene a vivir en la basura.