Contraste

Contraste

Mientras miles de mexicanos enfrentan diariamente el miedo, la extorsión, la violencia y la muerte, en las redes sociales se ve otro México: uno donde políticos cercanos al partido gobernante presumen sus vacaciones en Europa.

Son imágenes llenas de comodidad y lujo que contrastan con las calles ensangrentadas de muchas regiones del país. El México de quienes toman las decisiones se parece muy poco al México de quienes las padecen.

Irma Hernández Cruz, maestra veracruzana, fue asesinada recientemente mientras trabajaba como taxista. Seguramente fue beneficiaria de alguno de los programas sociales del gobierno, pero estos fueron insuficientes para el sustento de su familia.

Por eso tuvo que conducir un taxi en sus horas libres, y fue en ese contexto donde perdió la vida, presuntamente por negarse a ser extorsionada. Es probable que, con un nivel educativo por encima del promedio, haya intentado defenderse, exigir justicia, cuestionar a sus agresores. Pero en este país, la justicia no se impone con argumentos: la imponen las balas.

Y mientras eso ocurre, quienes han ocupado cargos públicos -quienes han definido políticas de seguridad, presupuestos, estrategias- no sufren las consecuencias de sus decisiones.

No enfrentan el dolor de las familias que pierden a sus hijas. No tienen que negociar con criminales para conservar la vida. Simplemente disfrutan de las mieles del poder, lejos del país que ayudaron a sumir en la tragedia.

En la política mexicana de hoy, las y los gobernantes ya no cargan con el peso de rendir cuentas en materia de seguridad. Esa obligación se diluyó cuando la competencia política desapareció y se volvió, de facto, al país de un solo partido.

El pluralismo que generaba presión, vigilancia y necesidad de resultados ha sido sustituido por una estructura de lealtades, propaganda y control presupuestal. La seguridad, como tantas otras áreas del gobierno, ha dejado de ser un compromiso y se ha convertido en un discurso vacío.

Ojalá lo ocurrido con la maestra Irma no sea solo una tragedia más que se diluya entre titulares. Ojalá sea una sacudida colectiva, una chispa que encienda una sinergia social lo suficientemente poderosa como para estremecer en lo profundo a quienes hoy gobiernan los estados.

Porque es urgente que se sacudan la indolencia, la indiferencia, la ineficiencia y la cobardía que caracteriza a muchos de sus gobiernos. No se trata solo de proteger a las Irmas del país: se trata de recuperar el derecho a vivir sin miedo.

Detrás de cada asesinato, cada extorsión, cada desaparición, hay una historia, una familia, una comunidad rota. Y del otro lado, detrás de cada selfie en el extranjero, hay un sistema de privilegios, impunidad y simulación.

Es hora de que este país deje de premiar la irresponsabilidad y comience a reconocer, proteger y dignificar a quienes sí cumplen con su deber. Que trabajan, que enseñan, que resisten.

Porque el contraste más hiriente no es entre Europa y México, sino entre quienes mueren haciendo lo correcto, y quienes viven cómodamente, habiendo hecho todo lo contrario.