En el marco de su visita a México, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, sorprendió con un tono inusualmente conciliador. Destacó la cooperación "sin precedentes" de México en los últimos ocho meses, elogió el diálogo entre Trump y Sheinbaum —con 14 conversaciones— y reconoció esfuerzos de la estrategia de seguridad del gobierno mexicano, así como avances en la cooperación bilateral a través de la entrega de 55 personas requeridas por EE. UU. y un mayor intercambio en inteligencia. Incluso reconoció problemas de seguridad en su país, y admitió que muchas de las armas en manos de los cárteles mexicanos provienen del mercado estadounidense.
No obstante, este cambio de tono no aporta certezas, pues el gobierno de Trump ha demostrado una facilidad inquietante para pasar del halago a la amenaza de un momento a otro. Además, al ser cuestionado sobre el ataque a una lancha rápida venezolana —supuestamente con drogas— en aguas internacionales, Rubio fue claro: EE. UU. se reserva el derecho de actuar militarmente ante cualquier amenaza contra su seguridad nacional, incluso mediante métodos radicales. El contenido implícito de su mensaje es que habrá elogios para quienes estén dispuestos a colaborar con su agenda y mano dura para quienes atrevan a desafiarlos. El reconocimiento público al esfuerzo mexicano no es cortesía, es estrategia. Se construye así una narrativa que deja abierta la puerta a cualquier acción futura —incluso una incursión militar— presentada no como imposición, sino como parte de la "colaboración ejemplar".
Por su parte, la constante presión estadounidense y riesgo latente de acciones unilaterales mantienen a la presidenta con un discurso —necesario— que subraya de manera repetitiva el compromiso de su gobierno para mantener la colaboración con Washington en materia de seguridad, siempre y cuando sea en estricto respeto a la soberanía nacional y sin permitir la presencia de fuerzas militares extranjeras en territorio nacional.
Las declaraciones de Rubio y Sheinbaum se dan en el marco de la publicación del informe Fentanilo no regulado en Norteamérica: una perspectiva trilateral, que evidencia que el fentanilo ilícito ya no es solo una sustancia importada, sino que se produce, prensa y consume en México, Estados Unidos y Canadá, con redes integradas que operan a nivel local. Asimismo que, en 2024, el 83.5 % de las personas condenadas por tráfico de fentanilo en EE. UU. eran ciudadanos estadounidenses, y la mayor parte del tráfico cruza por puertos legales, lo que apunta a complicidades institucionales a ambos lados de la frontera.
En un contexto global en el que la hegemonía unipolar de Estados Unidos ya no es evidente, con una China que ha crecido con cautela hasta convertirse en potencia económica y militar, se adentra en una etapa de rivalidad geopolítica que evoca la Guerra Fría. Estados Unidos busca reforzar su control y liderazgo en la región usando la seguridad, la migración y el comercio como métodos de presión, aunado a las recientes giras de altos funcionarios por países estratégicos. Al mismo tiempo, China evidencia sus lazos con Rusia y Corea del Norte, conformando un bloque que desafía a Occidente.
La relación con EE. UU. exige negociación permanente, nada está asegurado. En este marco, la visita de Rubio representa un mecanismo clave para sostener la frágil armonía bilateral. Quedan en la mesa asuntos como los detalles de la captura del "Mayo" Zambada, la defensa de los connacionales en territorio estadounidense y la renegociación del T-MEC, que pondrán a prueba la capacidad de México para equilibrar cooperación y soberanía en una relación siempre compleja.