Hace apenas unos días en el Cetis 78 de Altamira, Tamaulipas, un profesor fue atacado a golpes y reclamos por un grupo de estudiantes, por presuntamente acosar a las alumnas del plantel, esto bajo la llamada “justicia de los alumnos”.
Este caso se suma a la lista cada vez más larga, de denuncias sobre acoso sexual en las escuelas, sin importar el grado. Profesores en contra de sus alumnas, eso lo señalan los famosos “tendederos”, en donde las estudiantes exponen a quienes deberían educar.
Hace un tiempo en que los “tendedores” ocuparon importantes espacios de denuncia en diversos planteles escolares, particularmente, durante el movimiento Me Too, y en los cuales se podían leer testimonios que daban cuenta desde esas miradas que desnudan los cuerpos, hasta mensajes en redes sociales ofreciendo mejores notas a cambio de que cedieran a sus pretensiones sexuales, o amenazas si no aceptaban.
Esos tendederos han abierto un camino importante para señalar a los depredadores sexuales vestidos de profesores, pero no solo eso, también funcionan para quienes con enorme valentía han decidido romper el silencio.
Si alguien lo nombró tal cual, fue la alumna que en su discurso de graduación señaló el acoso que se vivía en la preparatoria Felipe Carrillo Puerto, en Pijijiapan, Chiapas, y que llevó a la detención del profesor.
“Una gran parte de la plantilla de docentes son hombres acosadores, aún si no les queda el saco, aún si no entienden completamente la palabra. Puede ser incluso que no sean como tal parte del problema, puede que no todos sean acosadores, pero son amigos y defienden a sus cuates a capa y espada; el mejor amigo de un acosador suele ser otro acosador”, dijo la alumna.
En su mensaje dedicó también unos minutos para pedir a sus compañeras presentes a levantar la mano si habían sufrido algún tipo de acoso, y las manos empezaron a levantarse, lo que reafirmó que el acoso sexual era una práctica que destruía la vida de jóvenes que estudian en ese plantel.
Tal cual como afirma una sobreviviente de violencia sexual: “casi todos conocemos a una víctima, pero nunca hemos escuchado que alguien conozca a los violentadores, así sean parte de su grupo de amigos”, y eso es cierto.
Si bien se ha trabajado por parte de algunas autoridades en protocolos, en denuncias, en investigaciones, queda mucho por hacer, desde la educación sexual en familia que es fundamental para prevenir, hasta reformas que ayuden a las víctimas, como el de investigar a un profesor antes de contratar, solo así se acabará con estas conductas que a veces no se asumen como violencia.
Romper el silencio tiene un altísimo costo para las víctimas que deciden hacerlo en el país, pues los juicios de valor, el escarnio, las sentencias y burlas, tienen una intensidad muy superior a las consecuencias que deben enfrentar los agresores sexuales.
Una víctima que denuncia debe resistir no solo el daño y la destrucción provocado por el victimario, sino enfrentarse a una sociedad con poderosas raíces patriarcales y machistas, que incluso, la acusaran de haber provocado la violencia sexual en su contra.
Para que una escuela realmente sea segura no basta con la revisión de las mochilas ni de la comida que se venda, es urgente tener la certeza de que quien trabaja como profesor no es un pederasta ni un acosador sexual.