A lo máximo 50 personas, incluyendo las que llegaron de otras partes del país, dieron el último adiós en el Panteón Dolores a la luchadora social, Rosario Ibarra de Piedra, quien dedicó 48 de sus 95 años de vida a buscar a cientos de víctimas de desaparición forzada, entre ellas su hijo Jesús Piedra Ibarra, una joven guerrillero de la Liga Comunista 23 de Septiembre desaparecido el 20 de enero de 1974.
Casualidades del destino: los restos de doña Rosario reposarán en una tumba ubicada entre un pino y un ciprés, en el mismo cementerio donde descansa el empresario, líder indiscutido del denominado Grupo Monterrey, Eugenio Garza Sada, ultimado el 17 de septiembre de 1973 durante un intento de secuestro por un comando de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Con tono suave, pero firme, Claudia Piedra Ibarra habló a nombre de la familia para agradecer a los presentes y despedir a su madre. Sin rodeos, expresó que si bien el gobierno de López Obrador “ha hecho mucho por el país”, le queda más por hacer, porque “no puede haber transformación verdadera mientras persista el problema de los desaparecidos políticos”.
En su turno, su hermana Rosario Piedra Ibarra, presidenta de la CNDH, dijo que “una sociedad justa, en la que se respeten los derechos, no se da por decreto, es una construcción social en la que todos debemos poner nuestro grano de arena y hacer a un lado mezquindades y unirnos en la lucha por las libertades democráticas”.