La muerte de Yevgueni Prigozhin, líder del temido Grupo Wagner, se suma a la de incontables enemigos o aliados convertidos en críticos del presidente Vladimir Putin que pierden la vida en circunstancias sospechosas.
Prigozhin viajaba en un avión privado Embraer que se desplomó este miércoles en el centro de Rusia. Las 10 personas que viajaban en el aparato perdieron la vida, incluyendo la mano derecha de Prigozhin y número dos de Wagner, Dmitri Utkin, antiguo oficial de la inteligencia militar rusa (GRU). Tres de las víctimas eran tripulantes.
Grey Zone, el canal de Telegram del Grupo Wagner, confirmó la muerte de Prigozhin y acusó un asesinato. “Prigozhin murió como resultado de las acciones de los traidores a Rusia”, señaló, al mismo tiempo de advirtir que “habrá consecuencias”.
No es la primera vez que el régimen de Putin es responsabilizado por “accidentes” ocurridos a sus opositores o aliados devenidos en críticos. Muchos de ellos han terminado muertos por envenenamiento, al grado de que es conocida la broma de que “en Rusia, el envenenamiento es causa de muerte natural”.
El principal opositor al régimen de Putin sobrevivió a dos supuestos intentos de envenenamiento que lo enviaron al hospital. En agosto de 2020, fue trasladado a una clínica en Alemania, donde se determinó que Navalny fue envenenado con el agente nervioso Novichok, señalado en ataques similares y por los que ha sido señalado el gobierno ruso. En 2017 había sufrido otro envenenamiento. Actualmente se encuentra en prisión, tras haber regresado a Rusia.
Otro de los casos más conocidos es el del exoficial del Servicio de Inteligencia nacional de la Federación rusa, Litvinenko, quien fue envenenado con polonio 210, un elemento altamente radiactivo, mientras se encontraba en Londres, en noviembre de 2006. Se cree que ingirió el veneno en un té que tomó.
En 2013, el oligarca ruso Boris Berezovsky, que fuera amigo cercano de Putin, fue hallado ahorcado en su baño. La conclusión fue que se suicidó, acto que se relacionó a la depresión que sufría y a que estaba endeudado. Dado que no había rastros de violencia, el forense determinó suicidio.
Sin embargo, un experto en asfixia analizó las fotos del cuerpo, a petición de la familia, advirtiendo que los rastros en su cuello no coincidían con las marcas que deja una cuerda en una persona que se cuelga y que, en cambio, coincidían con las de alguien que había sido estrangulado. Sumándose una costilla rota y un corte en la parte trasera de la cabeza, que pusieron más dudas sobre la causa oficial de su muerte.