Los esfuerzos tienen que ser titánicos y de parte de muchos actores para que el juego del Ulama sobreviva, una tradición de origen prehispánico que perdura en Sinaloa.
Los esfuerzos no son de ninguna manera nuevos, ya que desde hace varios años se busca que esa tradición prevalezca, en un mundo que cada vez está más inmerso en otras actividades, sobre todo los juegos electrónicos que resultan atractivos para la juventud.
En su portal, el Instituto Sinaloense de Cultura señala que el Ulama es un juego tradicional de origen prehispánico, que en el estado Sinaloa es una permanencia del ritual mesoamericano de juego de pelota.
Aunque el impacto del proceso de Conquista desapareció de lo que fuera el territorio novohispano, en Sinaloa se conservó como una actividad de divertimento popular, bajo tres modalidades gracias a la práctica constante y permanente en la tradición popular.
De acuerdo con la Federación Mexicana de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales, en el Ulama de antebrazo el campo de juego o taste mide 140.00 metros por 1.20 metros, con una línea divisoria en el centro llamada analco. La pelota es de hule natural con 500 gramos de peso.
En el Ulama de cadera, el taste mide 50.00 por 4.00 metros, con el analco también como línea central divisoria.
Participan cinco jugadores por equipo llamados Taures, y otro más en la cabecera del taste, el “golpeador”. La pelota es de hule natural y pesa 4 kilos.
En el Ulama con mazo, la pelota es de hule natural, con 500 gramos de peso y es golpeada con un mazo de madera de forma especial. El taste es de 140.00 por 1.20 metros.
En el juego participan cuatro jugadores o taures por cada equipo: el male, es el que se encarga del tiro inicial o de saque, con el que empieza la jugada.
El “malero” es el encargado de defender la parte frontal del taste, inmediata al analco; el chivero se encarga de cubrir la parte posterior, y el topador responde al saque del male contrario.
La finalidad del juego es mantener la pelota dentro del taste sin tocarla con las manos, sólo puede ser utilizada la parte del cuerpo según sea la modalidad que se esté jugando.
Deberá intentarse con insistencia y precisión impulsar la pelota para que ésta rebote en la mitad del campo contrario y así tener la posibilidad de obtener un punto o ravit.
Tanto la cadera como el antebrazo, según la modalidad de que se trate, es protegido con fajas de piel de venado y vendas.
La faja se aprieta en la cadera con un cinto llamado chimalo y la extensión de la venda es de 3.5 metros. Esta protección amortigua el impulso del golpe que se recibe al ir al encuentro de la maciza pelota.
El juego es sancionado por uno o dos jueces de campo llamados veedores los que se colocan en la línea de analco y de ahí se encargan de resolver y aplicar las reglas del juego.
Ellos permiten nuevos saques omales en los casos en que la pelota abandone el taste, así como autorizar cambios de jugadores que tengan que salir.
El Ulama fue muy común y frecuente hasta la década de los 60 del siglo XX, sin embargo a partir del último tercio del siglo pasado se advierte la notoria disminución de la práctica, acelerándose a finales del siglo XX y principios del presente.
Por ello. en 2010, el cineasta sinaloense Roberto Rochín, autor de la película “Ulama, el juego de la vida y de la muerte”, consideró que este deporte debía ser declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
En el filme se muestra una imaginativa visión del juego de pelota prehispánico llamado Ulamaliztli, que durante miles de años se ha practicado en México.
La película fue más allá del aspecto religioso y místico, al exponer las múltiples variantes que adquirió el juego en los diferentes grupos étnicos, según el tiempo y la religión, y que tienen aspectos esenciales en su significado.
El relato presenta al Ulama en la actualidad, y se toma como ejemplo una región de Sinaloa donde es practicado por hábiles atletas. El juego de pelota sólo tiene sentido en relación con la naturaleza y con el cosmos.
Hace 26 años este documental logró ser la primera película mexicana en exhibirse en el cine Latino del Distrito Federal, para cerca de mil personas y se mantuvo en cartelera durante más de medio año.
Su única arma promocional es la historia del juego de pelota mexicano, con secuencias actuadas basadas en el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas.
Su realizador, Roberto Rochín, anunció en esa ocasión que sacaría una edición en DVD, acompañada de un libro, mientras preparaba un estreno en Estados Unidos, con subtítulos en inglés.