Estados Unidos, ¿un paria ambiental?

El 20 de enero, el día que se posesionó como presidente de Estados Unidos, Donald Trump firmó órdenes ejecutivas que resquebrajan la estabilidad global y amenazan el bienestar de los estadounidenses y el planeta. Esto no es una exageración.

Notificó a la ONU su retiro del Acuerdo de París bajo la Convención sobre el Cambio Climático, cesando o revocando sus compromisos financieros. Se une así a los países –Argelia, Irán y Yemen– que no han ratificado un acuerdo que compromete a 193 naciones y la Unión Europea a mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y a tratar de limitarlo a 1.5 °C.

Estados Unidos intenta imponerse como la nación con absoluta prioridad en los acuerdos internacionales ambientales, aun si lo hace anunciando su retiro de los esfuerzos contra el cambio climático y a pesar de ser el segundo emisor de CO2 –4853 millones de toneladas anuales (14 % del total).

Se retira cuando 2024 ha sido el año más caliente registrado y el primero en superar los 1.5 °C de incremento. Cuando el planeta se cocina por malas decisiones políticas e ignorar la evidencia científica. Cuando el Ártico y el Antártico se derriten a un ritmo sin precedentes. Después que decenas de tormentas tropicales y huracanes azotaron Estados Unidos y el mundo en años recientes, forzando la evacuación de millones de personas. Se retira cuando todos los países deben unirse para enfrentar el mayor desafío en la historia de la humanidad.

El 20 de enero, Estados Unidos renuncia a su responsabilidad con la vida, mientras los devastadores incendios en Los Ángeles han matado a 25 personas, arrasado 200 mil hectáreas de bosques, emitido millones de toneladas de CO2 y forzado a miles de estadounidenses a abandonar sus casas. Es el desastre climático más costoso en la historia de este país: casi 275 mil millones de dólares en pérdidas.

En el inicio del segundo mandato de Donald Trump, las cosas pintan muy mal. Y, no hay que equivocarse, los estadounidenses sufrirán en carne propia las órdenes ejecutivas que su presidente acaba de firmar. Una de ellas declara emergencia energética nacional para que las agencias federales faciliten la explotación de recursos energéticos, dándoles poderes nuevos para suspender normas ambientales y acelerar la concesión de permisos a proyectos mineros.

Otra revoca y rescinde el Plan Internacional de Financiamiento Climático de Estados Unidos, que aumentaría a 11 mil millones de dólares/año el financiamiento a países en desarrollo, incluyendo 3 mil millones para la adaptación al cambio climático. Esto, cuando mil millones de personas en los 50 países más pobres generan menos de 1 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, pero son los más afectados por el cambio climático.

El calentamiento global empuja a centenares de millones de personas a la pobreza extrema y genera millones de migrantes climáticos en todo el mundo. La retórica xenofóbica, muros, aranceles, marines, deportaciones y cierre de fronteras servirán de poco o nada para detener a millones de almas que dejan sus lugares de origen tratando de salvar sus vidas y las de sus familias.

Otras órdenes fomentan la exploración de fuentes de energía en tierras y aguas federales, incluyendo la Plataforma Continental Exterior, elimina el “mandato del vehículo eléctrico” y finaliza las exenciones estatales de emisiones que limitan las ventas de automóviles de gasolina. Liquida el Nuevo Acuerdo Verde que buscaba descarbonizar la economía estadounidense para luchar contra el cambio climático, mientras combatía la desigualdad y mantenía los empleos.

Todo esto lo firmó el presidente Trump el 20 de enero, aunque cueste creerlo.

¿Qué hará el resto del planeta ante estos embates que amenazan nuestra supervivencia? ¿Cuál será la respuesta de las Naciones Unidas y la Unión Europea? ¿La de organizaciones ambientalistas estadounidenses e internacionales que por años han luchado por un planeta mejor para todos? ¿La de cada uno de nosotros, incluyendo los estadounidenses?

Los estadounidenses necesitan a unos Estados Unidos que vele por ellos, y el mundo necesita a unos Estados Unidos estables, respetuosos y confiables que se sumen a la comunidad de naciones para encarar juntos los desafíos más cruciales que la humanidad y el planeta enfrentan.