Las tumbas están hundidas, destruidas e inclinadas hacia todas las direcciones, tal y como los dejó el sismo del 7 de septiembre.

El panteón municipal de San Mateo del Mar es espejo fiel de cómo está el pueblo huave a dos años del terremoto: totalmente abandonado.

El temblor no sólo se nota en el panteón, se ve en las calles, en la iglesia apuntalada, en muchas casas que aún no logran levantarse, en escuelas que no se reconstruyen y en unos baños secos, abandonados, saqueados luego de que se colocaran en las calles por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) durante la respuesta humanitaria.

Debido a la ausencia de autoridad en la cabecera municipal, desde septiembre de 2017, a la policía se le dificulta controlar todo en el municipio, tal como la recolección de basura, los impuestos y la gestión de las obras públicas, debido a un conflicto político que se prolongó hace unas semanas en unas elecciones cuestionadas.

Roselia Gutiérrez, integrante de la organización local denominada Monopaküy, dijo que uno de los rezagos que dejó al descubierto el terremoto, y que a dos años no se ha resuelto, es el agua potable. No tienen.

Durante todo el año se abastecen del agua dulce de los pozos, pero está contaminada, ya que el temblor y los miles de sismos que le siguieron al 7 de septiembre causaron la ruptura de las fosas sépticas de los baños, contaminando el agua de las lagunas y los pozos, únicas fuentes de líquido potable de la comunidad.