Al asumir su pontificado, el primer papa Jesuita y latinoamericano, José Mario Bergoglio, adoptó el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, el santo italiano reconocido por su vida austera y su dedicación hacia los pobres.
El papa Francisco será recordado por las polémicas que desataron sus definiciones frente a problemas durante mucho tiempo vetados en la Iglesia Católica: la lucha contra la pederastia, la inclusión de las mujeres dentro de la curia del Vaticano y el reconocimiento a la comunidad LGBTIQ+.
En 2015 creó la Comisión Pontificia para la Protección de Menores para garantizar la no repetición por los actos de pederastia de la Iglesia Católica, y reformó el Código de Derecho Canónico, imponiendo penas severas contra los miembros de la iglesia que cometieran delitos como la pederastia y el abuso de adultos; en 2019 eliminó del secreto pontificio tratándose de estas violaciones y prohibió el imponer cláusulas de silencio a las víctimas.
En materia de apertura a las mujeres, en enero de este año, nombró a Sor Simona Brambila en el más alto cargo hasta ahora ocupado por una mujer en el Vaticano, como prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica del Vaticano, órgano encargado de los religiosos y religiosas en todo el mundo.
En 2020, el papa defendió las uniones civiles entre homosexuales: “las personas homosexuales tienen derecho a estar en familia. Son hijos de Dios, tienen derecho a tener una familia”. Lo que ratificó en 2023 cuando señaló que “las leyes que criminalizan la homosexualidad son un pecado y una injusticia”.
En la segunda encíclica en defensa de la naturaleza, que promulgó en 2015, la “Encíclica Laudato”, analizó los graves problemas de degradación medioambiental del planeta y convocó a crear una ecología integral como nuevo paradigma de justicia, colocando en su centro al ser humano y la realidad que lo rodea.
En ámbito internacional, el papa Francisco impulsó los procesos de construcción de paz en Colombia durante las negociaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP en Cuba, promoviendo el perdón, la reconciliación y la reparación a las víctimas para avanzar en la construcción de paz.
Fue un facilitador en el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, que culminó con el restablecimiento de relaciones diplomáticas en 2014 después de 50 años de conflicto, quedando pendiente el levantamiento del embargo a la isla, nuevamente radicalizado tras la llegada del presidente Trump.
Su postura ante el genocidio al pueblo palestino en Gaza fue contundente, demandando un alto al fuego y condenando los bombardeos contra la población civil, las miles de muertes, haciendo énfasis en las niñas y los niños, y enviando ayuda humanitaria.
Hace 12 años resultó electo un cardenal que contrastaba con los perfiles de quienes suelen liderar el poder en la Iglesia Católica. Una persona del sur, de una América Latina cruelmente evangelizada.
Más allá de cualquier credo, se debe reconocer en el papa Francisco un líder religioso progresista, que navegó a contracorriente dentro de las olas conservadoras de la Iglesia Católica. Francisco fue un político humanista, un hombre austero, sensible ante las injusticias económicas, sociales y políticas del mundo en el que vivimos.
Las expectativas con la llegada del papa Francisco en 2013 fueron altas, pero como en todo proceso de transformación, el muro del conservadurismo y las complicidades limitaron mayores transformaciones. Lo cambios milenarios en la iglesia entran por las grietas, son lentos, pero irreversibles.