Durante la charla “Más allá del cartón”, siete destacados caricaturistas políticos reflexionaron sobre la evolución de su oficio, la censura en la actualidad y la fragilidad con la que, aseguran, reaccionan los funcionarios ante la crítica.
Los “moneros” Luy, Chelo, Fer de Anda, Waldo, Boligán, Kemchs y Galindo compartieron experiencias de décadas dedicadas a cuestionar el poder mediante el humor gráfico.
“Hoy en día el político de la 4T es muy cerrado. Se les está acabando el humor. Tienen la piel demasiado sensible y no quieren que se les diga nada”, compartió el caricaturista Kemchs. El caricaturista recordó que en el pasado los políticos mantenían una relación más abierta con la crítica.
Frágiles
“Antes te hablaban para conocerte, incluso coleccionaban tus caricaturas. Hoy no hay forma de convivir con ellos. Les cuesta trabajo entender que es nuestro trabajo hacer crítica y que les toca aguantar vara”.
Boligán, colaborador de este diario desde 1992 y tres veces ganador del Premio Nacional de Periodismo, destacó el papel de los caricaturistas, no como comediantes sino como agentes que invitan a la reflexión. “Hay caricaturas que a veces hacen reír, pero otras hacen llorar o enojan. El humor no está siempre en nuestras caricaturas”.
El debate también abordó el impacto de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial en la caricatura política.
Waldo advirtió sobre los riesgos laborales que implica su uso indiscriminado. “Esta herramienta se vuelve peligrosa porque le da al empleador la posibilidad de sustituir a sus empleados. El problema es ético”.
Para Chelo, el fenómeno representa una amenaza más profunda:
Los participantes coincidieron en que las redes sociales han modificado la forma en que se consume y se percibe la crítica política.
“Vivimos en un mundo donde toda la información está al alcance de un teléfono, pero ya es muy difícil discernir qué es verdad y qué es mentira”, advirtió Chelo.
Con trayectorias que van desde los años setenta hasta las nuevas generaciones, los caricaturistas reafirmaron que el humor político sigue siendo un ejercicio de libertad y resistencia ante el poder, incluso en tiempos en que, según ellos, reírse del gobierno se ha vuelto un acto incómodo.












