Con una tarea para prevenir incendios, Estados Unidos buscó anticiparse a cualquier sorpresa política y desplegó desde agosto anterior un menú de presión diplomática para tratar de bloquear que se concrete la amenaza de la derecha guatemalteca, de perpetrar un golpe de Estado en Guatemala, que impediría el ascenso del centroizquierdista Bernardo Arévalo a la presidencia de ese país y causaría daños devastadores a la democracia en América.
Arévalo, sociólogo y antropólogo guatemalteco que el 20 de agosto pasado ganó la segunda ronda de los comicios presidenciales de Guatemala y recibió el mandato popular, a iniciar el próximo 14 de enero un gobierno de cuatro años, denunció el viernes 1 de septiembre que en esa nación hay un plan de golpe de Estado para cerrarle el camino a la presidencia. Los adversarios de Arévalo ya denunciaron fraude electoral.
Con un mapa continental marcado por luces de alarma de deterioro democrático, ruptura del orden constitucional o autoritarismo y totalitarismo en El Salvador, Cuba, Nicaragua y Venezuela, la credibilidad de EE. UU. como defensor de las elecciones libres, justas, transparentes y verificables como timones cruciales de la democracia hemisférica podría sufrir un desgaste en la eventualidad de un quiebre golpista en Guatemala.
Las reelecciones de los presidentes izquierdistas de Nicaragua, Daniel Ortega (en 2021), y de Venezuela, Nicolás Maduro (en 2018), fueron desconocidas por la mayoría de naciones americanas al aducir que violentaron el ordenamiento constitucional.
Una alteración similar en Guatemala enlodaría todavía más las aguas de la democracia en América, también debilitada por el avance de rigurosos procesos políticos hegemónicos, de izquierda o de derecha.
Por ser de centroizquierda con su partido, el opositor Movimiento Semilla, Arévalo asustó a la derecha guatemalteca que, tras el paulatino retorno a la democracia iniciado por Guatemala en 1986, preservó el timón del escenario sociopolítico y económico interno que dominó por 32 años con un régimen militar derechista que se instaló en 1954 en una intervención armada de EE. UU.
“Existe un grupo de políticos y funcionarios corruptos que se niegan a aceptar este resultado”, advirtió el mandatario electo. “Se ha puesto en marcha un plan para romper el orden constitucional y violentar la democracia”, describió en una dramática alerta nacional e internacional, en una nación con un voluminoso expediente de golpes de Estado en el siglo XX.