Con incertidumbre, la Industria Editorial Mexicana conmemoró el Día Mundial del Libro. Una fecha que se enmarca por la expectativa de si el sector será impactado por la guerra arancelaria de Estados Unidos, y por la publicación, el pasado miércoles 15 de abril, del Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030, que dedica uno solo de los 100 compromisos a la “Promoción de círculos de lectura en todos los ámbitos”, pero en el que no hay mención a la industria editorial mexicana.
“Tener más lectores no solo pasa por el fomento a la lectura. Pasa por tener una producción editorial armoniosa y de calidad”, asegura el gestor cultural y analista en políticas culturales, Eduardo Cruz Vázquez, quien señala que en realidad es lo de menos el impacto de los aranceles en la cadena de valor del libro.
Tomás Granados, editor y analista del libro, asegura que los papeleros no han anunciado aumentos en sus productos ni las imprentas; “lo más grave, sin embargo, vendrá de las consecuencias de la guerra comercial: menor crecimiento (e incluso recesión), con el consecuente efecto en ‘productos’ no esenciales, como los libros”.
Allí apunta el análisis sobre la situación del sector editorial en México donde prevalece la incertidumbre. “Los libros están protegidos como producto cultural dentro del tratado. Siempre y cuando el acuerdo se respete, esa protección se mantiene”, dice Diego Echeverría, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem).
Sin embargo, la situación no es nada halagüeña, incluso se podría asegurar que la industria editorial atraviesa una crisis por diversos factores nacionales e internacionales.
“Lo que deberíamos es volver a preguntarnos el por qué no se ha podido estimular una política industrial editorial para aprovechar el mercado hispanohablante del territorio norteamericano. Hace lustros que se dejó escapar la oportunidad de darle a México una industria editorial capaz de exportar al mundo hispano”, afirma Cruz Vázquez.