El futuro nos alcanzó, y aunque no hay evidencia de que una supercomputadora esté planeando la extinción de la humanidad, sí se está en un momento en que hay inteligencia artificial con mayores alcances que aquellas arcaicas computadoras de los años cuarenta, como el CHAT GPT de OpenAI, Alexa de Amazon o Siri de Apple, inteligencias artificiales que resultan familiares, se hacen comunes y necesarias entre la sociedad, lo que desvanece la precaución sobre éstas, ello es el riesgo, porque se interactúa con ellas sin reparar en la cantidad de datos que efectivamente recaban y, menos aún, en que otros seres humanos decidirán qué hacer con esos datos.
Aunque se puede confiar en que en sí estos programas no tienen una malicia en su actuar y, por esto, no se está en peligro de un apocalipsis o guerra contra las máquinas, se está en un escenario que la humanidad ha vivido desde que se tiene memoria, el peligro de los humanos ante otros humanos, que aquí se expone como ¿qué harán otras personas con los datos personales que se recaban con inteligencia artificial?, esa incógnita es la que debe preocupar.
Así, el riesgo no está en las inteligencias artificiales, sino en la cantidad de datos que éstas recaban y los usos que podrían darles terceros; es evidente que cualquier persona tendrá cautela en entregar ciertos datos personales como fotografías, datos financieros, números de cuenta bancarias, contraseñas de aplicaciones de banco, direcciones de familiares, historial de ubicaciones geográficas; sin embargo, estos aplicativos de inteligencia artificial tienen acceso a esa información.
Hay que recordar el sonado caso en el que una persona supuestamente tomó fotografías de personas y manipuló la imagen a efecto de generar desnudos digitales, en estos supuestos claro que la inteligencia artificial es la herramienta para concluir la reprobable acción, pero atrás de esto, se encuentra un individuo de carne y hueso que decidió dar ese mal uso.
Cautela con las inteligencias artificiales es quizá el mejor de los consejos, son tan novedosas y, por ende, desconocidas en su funcionamiento, que es necesario tener esa previsión, el ser humano en su instinto más básico, le teme a lo desconocido; sin embargo, con las inteligencias artificiales es tentador caer en el encanto de la novedad sin prever, por desconocimiento, el alcance que pueden tener en nuestra vida privada.
Lo anterior no es exageración, ahí está la orden ejecutiva del gobierno estadounidense que busca regular uso de la inteligencia artificial, entre otras cuestiones para proteger la privacidad y protección de los usuarios; esto es una evidencia del riesgo real en el que se está y no se advierte, siendo necesario que en tanto los aparatos del Estado actúan, sean las personas los principales protectores de la privacidad y datos personales, pues, claramente, en la afectación a la misma, nosotros seremos los principales afectados, y ni hablar de los menores de edad, de los que ya se platicará.