Jóvenes indígenas, contra el matrimonio infantil

Florencia López es una indígena tseltal de Chiapas. Tenía seis años cuando escuchó que su tío le recriminaba a su padre por enviarla a la escuela. Le decía que “las mujeres sólo sirven para la cama”, algo que desde entonces ella no estaba de acuerdo.

La mujer, quien actualmente tiene 34 años de edad, lucha por la equidad de género y por los derechos de los jóvenes indígenas en IDEAS Ch’ieltik A.C. Es una Organización No Gubernamental que trabaja en los municipios de Las Margaritas, San Pedro Chenalhó y San Juan Cancuc, donde la mayoría de la población pertenece a los pueblos originarios tseltal, tsotzil y tojolabal.

Desde niña, “Florecita”, como es conocida, sufrió violencia de género porque su padre era alcohólico. “Yo veía cómo golpeaba a mi madre y llegué a pensar que si él muriera todos seríamos felices, pero teníamos un hermano que era igual de violento”, confiesa.

Cuando cumplió 17 años, dos hombres mayores comenzaron a frecuentar su casa para desposarla, ella huyó de su hogar y se mudó con sus padrinos, quienes le ayudaron a terminar la escuela. “Estudié Derecho porque quería defender a las mujeres y dar a conocer que todos somos iguales”.

Durante su servicio social en el Instituto de la Mujer conoció a Isabel, una zapatista que compartía su sentir. Al recorrer varias comunidades descubrieron que muchas mujeres tenían enfermedades sexuales y sufrían violencia intrafamiliar.

Luz Olivia Domínguez Prieto, jefa del posgrado en Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, explica que durante el zapatismo las mujeres dejaron sus comunidades y con ello sus tradiciones. “Ellas comenzaron a decidir con quién emparentar, postergaron la maternidad y tuvieron acceso a la educación, esto inculcó nuevos principios en los más jóvenes”.

López sabía que para cambiar la situación de su comunidad debía trabajar con jóvenes, así que en 2013 se integró al equipo de Ch’ieltik. “Un día me fui a un cibercafé y encontré la asociación de IDEAS A.C. Tenían un mural con adolescentes agarrados de la mano y quise formar parte de ese espacio”.

Con talleres y actividades como cine, teatro y música, la organización Ch’ieltik trabaja con jóvenes de quinto y sexto de primaria hasta bachillerato en cuatro temas: equidad de género, toma de decisiones, manejo de emociones, salud sexual, así como reproductiva.

Nazaria Jiménez, de 17 años, es indígena del municipio de Chenalhó y es beneficiaria de esta ONG. Para impedir que en algún momento un hombre hable con su papá y deba casarse con alguien que no conoce ni quiere, aprendió que sus decisiones tienen un valor.

La antropóloga Luz Olivia explica que las tradiciones están cambiando lentamente. “Antes había mucha deserción de las niñas porque la educación era vista como un desperdicio económico, se pensaba que perdían el tiempo porque sus parejas las mantendrían”.

Jiménez cuenta que hasta el momento nadie la ha pedido en matrimonio, por eso sigue estudiando a pesar de la negación de su padre. También desde que forma parte de la asociación “he dejado de ser muy tímida y a veces le respondo con la voz fuerte a mi papá cuando me quiere humillar. Le digo que soy su hija y también tengo derechos”.

De los parques a la embajada francesa

Antes de la fundación de Ch’ieltik, la organización mexicana THAIS Desarrollo Social S.C. ya trabajaba por los derechos sexuales de los jóvenes. Esta realizó un programa con zapotecos y los organizadores se dieron cuenta de que la juventud indígena era un sector olvidado, a partir de allí se decidió crear una asociación sólo para la zona chiapaneca.

“La Unión de Productores de la Selva es una organización indígena generadora de café que nos ayudó a entrar en las comunidades y así hablar de derechos sexuales y reproductivos”, explica Josué Rangel, director de Desarrollo Institucional de Ch’ieltik.

Nuevo Momon fue la localidad donde comenzaron a trabajar; no obstante, Rangel comenta que los “expulsaron de la comunidad porque no vieron con buenos ojos que diéramos preservativos ni que las mujeres exigieran sus derechos”.

Después de esa experiencia entendieron que no podían actuar de manera tan directa, ahora ya no dan métodos anticonceptivos, pero capacitan al personal de las clínicas de salud para dar la atención adecuada e imparten charlas para mujeres víctimas de violencia y sus victimarios.